Entendemos que la narrativa cinematográfica puede adoptar infinidad de formas. Y que supone una gran responsabilidad para cualquier cineasta escoger la más idónea en cuanto decide plantarle cara a la realidad. Una disyuntiva en la que se halla embarcado el género de la no-ficción desde hace unos años. Experimenta su mejor época, alentado por festivales que por todo el mundo confirman su buena salud y el creciente interés que despierta en la audiencia. Porque independientemente de su formato, medio o plataforma de lanzamiento, abarca una variedad de contenidos que el espectador acepta de buen grado. Un terreno abonado para que directores como Ulrich Seidl (En el sótano) enriquezcan una filmografía de por sí compleja.
El austríaco, con éste su último trabajo, sigue en su búsqueda de la fría y perfecta objetividad. Safari retrata con total pureza expositiva un tema de lo más delicado: El papel que desempeña la privilegiada raza humana frente al resto de especies. Prescindiendo de la voz en off refleja sin involucrarse la vida cotidiana en una finca de caza africana. Únicamente se deja notar en alguna entrevista a los extranjeros allí presentes y la captura de imágenes casi inmóviles de los empleados, sugerentes a modo de transición. Y aún así lanza las oportunas preguntas: ¿Qué motiva el interés de sus clientes por la caza? ¿Desestabiliza ésta el equilibrio natural en la zona? ¿Es lícito moralmente arrebatar la vida de estos animales? En todas estas cuestiones resulta tan esclarecedora la película que podría servir tanto a defensores como detractores en la defensa sus argumentos. Hasta ese punto se guarda con ecuanimidad el discurso.
Con total crudeza, desde la salida de los cazadores hasta el despiece del animal, muestra de forma cíclica y sin tapujos este modo de vida, que ya se ocupará el espectador de sacar sus propias conclusiones. Aunque el que suscribe advierte cierta intencionalidad antropológica y en ocasiones humorística. La repetitiva simetría con que retrata a sus protagonistas, el interés por mostrar la necesidad de aprobación de los cazadores, la vacuidad imperante, todo me hace pensar que el director sabía perfectamente lo que buscaba y a quién se dirigiría su enfoque. Saquen ustedes sus propias conclusiones si tienen estómago y quieren opinar con causa. Aprovechen la oportunidad que les brinda una gran película, respetuosa con la inteligencia del espectador, que evita introducir (con mayor o menor suerte) ningún concepto ajeno a lo estrictamente cinematográfico.
Lo mejor: Su respetuosa mirada.
Lo peor: Que algunos no puedan seguirle el juego.
Puntuación: 9/10