En Rita, Paz Vega logra un debut impactante como directora, presentando la historia de una niña de siete años que vive en un entorno de violencia machista a principios de los años 80 en Andalucía. La película nos transporta a 1984, un verano en el que, a pesar de la alegría y el fervor por la Eurocopa, la realidad en el hogar de Rita es muy diferente. Con un padre autoritario que no escatima en maltratos y una madre sumisa, el contexto familiar se convierte en un reflejo de las dinámicas de poder que todavía hoy son una realidad para muchas mujeres. Rita, con su dulzura e inocencia, intenta navegar un mundo donde la agresión es moneda corriente, lo que la lleva a un viaje de autodescubrimiento. La película, a través de su mirada infantil, revela cómo la violencia se normaliza en el día a día, ofreciendo un grito de socorro que resuena con la experiencia de muchas.
A través de un lenguaje cinematográfico sencillo pero poderoso, Vega denuncia esta violencia y su impacto en los más vulnerables. La dirección es hábil, utilizando elementos visuales que evocan nostalgia y dolor a partes iguales. Las escenas, impregnadas de un realismo conmovedor, invitan al espectador a reflexionar sobre el silencio que rodea este tipo de violencia, un silencio que muchas mujeres todavía se ven obligadas a mantener. Además, la interpretación de Roberto Álamo, en el papel del padre, es fundamental para entender la complejidad de la figura masculina en esta narrativa. Su personaje encarna no solo la agresión, sino también la confusión de un hombre atrapado en su propio ciclo de violencia y dominio. Álamo logra transmitir esa dualidad, lo que añade profundidad a la historia de Rita y su hermano Lolo. Las actuaciones de Sofía Allepuz y Alejandro Escamilla, quienes interpretan a los hermanos, son notables, especialmente dado su joven edad. Logran transmitir la inocencia, la curiosidad y la resiliencia de los niños, permitiendo que el público se identifique con sus experiencias. Paz Vega, que también actúa en la película, aporta profundidad a la historia con su interpretación, mostrando su capacidad tanto delante como detrás de la cámara.
El ritmo de Rita es pausado, permitiendo que el espectador absorba las emociones y vivencias de los personajes. La narrativa alterna momentos de ligereza con momentos de tensión emocional, creando un equilibrio que mantiene el interés sin apresurar la historia. Este enfoque permite una conexión profunda con los personajes y sus luchas, resaltando los altibajos de la infancia. Lo que realmente destaca en Rita es su capacidad para emocionar y resonar en el espectador. A través de la inocencia y las experiencias de estos dos niños, la directora logra transportarnos a nuestra propia infancia, evocando recuerdos de momentos sencillos y significativos que pueden haber quedado en el olvido. La película se convierte en un viaje nostálgico que nos invita a reencontrarnos con nuestro niño interior, despertando emociones profundas que a menudo permanecen dormidas en la vida adulta.
Rita no es solo una película; es un espejo que nos invita a reconocer y confrontar nuestras propias sombras, a reencontrarnos con ese niño interior que, como Rita, busca entender un mundo que a menudo parece caótico e injusto. A medida que la trama avanza, el espectador no solo presencia la lucha de una niña por encontrar su lugar, sino que también se ve impulsado a cuestionar las dinámicas que perpetúan la violencia en la sociedad. Esta película no solo destaca por su calidad narrativa, sino también por su valentía al abordar un tema tan relevante y urgente.