No hables con extraños: Identidad propia

Una de las sorpresas en el pasado Festival de Sitges de 2022 fue la cinta danesa Speak No Evil. Una película mal rollera, muy cruda, y con un impactante final. Una vez más los americanos, que eso de ver películas subtituladas no les renta, compraron los derechos y han hecho su propia versión titulada para la ocasión como No hables con extraños. En este caso podemos hablar de una adaptación más que de un remake al uso, pues son muchos los elementos que cambian. Si aquella era una película estupenda, de esta no podemos decir que no lo sea, pues partiendo de la misma premisa y contando lo mismo, se aleja de aquella (en especial en su tercer acto), para ofrecernos un argumento más explicativo, pero igual de potente. Tras la cámara de No hables con extraños nos reencontramos a un experto en la materia, James Watkins (La mujer de negro) y delante de ella a un inmenso (literalmente) James McAvoy (El libro de Clarence) muy bien acompañado por los siempre solventes Scoot McNairy (Invincible) y Mackenzie Davis (Estación Once).

Dos familias entablan amistad en unas vacaciones en Italia. Unos son americanos pero residentes en Londres. Los otros son ingleses y viven al sur de Inglaterra, en Devon, un paraje solitario y alejado del ruido de las grandes ciudades. Estos últimos invitan a la familia americana a pasar el fin de semana en su casa. Lo que ocurrirá ese fin de semana no dejará indiferente a ningún espectador. No hables con extraños durante sus dos primeros actos es básicamente la misma película que la danesa, pero con más explicaciones y revelando sorpresas que en aquella se guardaban para el acto final. Aquí ese acto es diferente, tan diferente que convierte la película en un homenaje a Perros de paja, y hacen de ella que tenga una identidad propia.

Parte de esta identidad propia parte de la excelente dirección de Watkins, que regresa a sus orígenes y su obra maestra Eden Lake, de la que No hables con extraños es muy deudora. Desde su primer plano, de un coche llegando a una residencia en Italia, Watkins nos muestra el punto de vista del villano, y pocas veces nos lo cambia, algo poco común en este tipo de cintas. Es muy digno de alabar como va incrementado la tensión en cada secuencia y como va manejando la escasas dosis de humor para tranquilar la tensión en el espectador. La escena del restaurante es una buen ejemplo de ello. Pero sin duda el punto fuerte de la película es todo lo que acontece en el tercer acto. Un acto para el que nos va preparando desde la llegada del matrimonio a la casa con ese excelente plano de situación para mostrarnos que estamos en la nada.

Otro de los puntos fuertes de No hables con extraños es su reparto. A McAvoy se le puede echar en cara que está como dos puntos por encima de lo que requiere su personaje, pero le sienta bien ese histrionismo que desprende en varios momentos y, al igual que la cinta, va totalmente in crescendo. La citada secuencia del restaurante, la del baile con su hijo… son secuencias donde nos da mucho miedo, pues no sabemos por donde va a salir. McNairy vuelve a interpretar a un “hombre blandengue” de manual y que le sienta de maravilla, y Davis lleva también un desarrollo parecido el de McAvoy (sabemos que va explotar pero no sabemos cuando) y podemos decir que sufrimos cada momento con ella.

En resumen, No hables con extraños es toda un sorpresa. Podemos decir que se esperaba de ella un buen remake (a tenor de la potente historia en la que se basa) pero gracias a su extraordinario tercer acto ha superado las expectativas. No la hace mejor ni peor película que la original danesa, simplemente es una película con identidad propia, y eso, en estos días, es muy de agradecer.

Lo mejor: La dirección de Watkins, los actores, y por supuesto, su tercer acto.

Lo peor: Puede pecar de sobre explicativa en algún momento.

Puntuación: 8/10