Álex de la Iglesia (Las brujas de Zugarramurdi) ha conseguido lo que se propuso a la hora de rodar Mi gran noche, la cinta más divertida, alocada y bizarra de su carrera. Si algo hace grande a Mi gran noche es la cantidad de carcajadas que provoca por minuto. Si sus anteriores obras eran el gusto de Álex por mundos fantásticos de demonios, brujas o comunidades de vecinos que se llevan bien, ahora la acción se la lleva al más alocado de todas, la grabación de un especial de Nochevieja. Además, como es habitual en el director, el elenco de actores es de primera categoría y siendo a la vez el más inspirado. Mi gran noche es, sin duda, un triunfo absoluto de Álex de la Iglesia y es, además, la más divertida de todas.
Todos hemos visto, aunque sea una vez en la vida, el especial de Nochevieja de cualquier cadena de televisión. Todos hemos visto como el público aplaude, como la gente ríe y como todos los invitados se lo pasan en grande. Lo que nadie nos contó es que esas galas se graban casi en verano y que en muchas ocasiones son días encerrados allí dentro hasta terminar, por no decir que en muchas ocasiones no hay ni público para animar al artista. Eso es lo que cuenta Álex en Mi gran noche. Que todo lo que vemos es felicidad falsa. Hay un regidor que da órdenes y el patio de butacas obedece. No hay risas de verdad, no hay amistades y no hay parejas. Todo es falso. Y así De la Iglesia también realiza una crítica mordaz a toda la España, tanto la de ahora como la “cañí”, y dejando ver que tanta modernez está dejándonos tontos.
Y esa crítica viene, de hecho, en su protagonista Raphael. El cantante se ha involucrado en esta comedia que pone en jaque a todo lo que el representa, y es por eso que quizás gane todavía más la cinta. Ver como una de las grandes estrellas de este país es capaz de reírse de sí mismo y de lo que ha representado a lo largo de los años es simplemente de aplauso. Además, su presentación en forma de Darth Vader es grandiosa, una de las mejores cosas de la cinta. Pero no sólo esto es lo que crítica o de lo que se ríe Álex de la Iglesia. Se ríe también de las groupies y de esos artistas que salen debajo de las piedras. Y es aquí donde entra Mario Casas (Ismael), o mejor dicho, Adanne. Adanne representa a todo eso que ha salido de Operación Triunfo, ese al que le crean las canciones de 0 para tener una personalidad que no busca y que se lo pasa pipa. Atentos a su momento Bombero, pues es de lo mejor de la comedia española de los últimos años.
Y no sólo los actores principales están en su apoteosis, los secundarios acompañan perfectamente. Pero en Mi gran noche no se puede hablar de principales y secundarios, aunque Raphael y Mario Casas son los principales personajes que se disputan actuar primero en la ceremonia. Y en estos secundarios de los que hablo tenemos que mencionar a un gran Jaime Ordóñez (Las brujas de Zugarramurdi) que está pletórico. Su personaje es simplemente una crítica a esos fanboys que siente que su estrella pasa de ellos y tienen que hacer algo para remediarlo. Su personaje es dinámico, esquizofrénico y, sinceramente, divertidísimo. Carlos Areces (Anacleto: Agente Secreto), Blanca Suárez (Perdiendo el norte) o Tomás Pozzi (Gente en sitios) están apabullantes también.
Pero hay un pero en Mi gran noche. Y me duele reconocerlo, el clímax no está a la altura. Estamos acostumbrados a un Álex de la Iglesia desbocado al final, pero aquí lo da todo durante 95 minutos que en los 5 finales no tiene la fuerza que antes. Esto es un pequeño pero que ponerle a Mi gran noche, y ya veis que pero. Álex de la Iglesia cumple con lo que prometió y nos da su comedia total. Enormes Raphael y Mario Casas. Enorme Álex de la Iglesia. Enorme película.
Lo mejor: Raphael, Mario Casas y que Álex de la Iglesia cumple lo prometido.
Lo peor: El clímax no está a la altura de toda la locura precedente.
Puntuación: 7/10