Loreak, Handia, La trinchera infinita, Marco… Cada una de estas películas han brillado, de una manera u otra, gracias al talento que tienen Jon Garaño, José Mari Goenaga y Aitor Arregi tanto dirigiendo como escribiendo las historias que quieren contar. Siempre se han caracterizado por contar historias de personajes que quieren vivir una vida sin ataduras, llenas de emoción y de unos personajes que se quedan con nosotros. Después de La trinchera infinita y Marco, parecía que la senda de “Los Moriarti” iba a ser otra, pero, mira por dónde, con Maspalomas parecen que vuelven a ese cine que les hizo crecer, que les hizo posicionarse dentro de la industria cinematográfica española y volver con esa sensibilidad que les caracteriza. Maspalomas no es otra cosa que la historia de alguien que tiene una libertad que, por motivos del destino, se ve privada de ella y vivirá encerrado entre cuatro las cuatro paredes de una residencia de ancianos. Maspalomas no solo es esa libertad, sino que también de una libertad sexual que, en la actualidad, parece que se sigue teniendo miedo a ciertas represiones por parte de una sociedad que no sabe evolucionar. Una cinta maravillosa que dará mucho que hablar.
Maspalomas es un alegato sobre la libertad sexual, sobre vivir la vida de la manera más feliz posible y no tener miedo a nada. Pero los directores saben perfectamente cómo contar esa historia que, siendo sinceros, se ha visto ya en infinidad de películas. Pero ellos consiguen llevarla un paso más allá, haciendo que nuestro protagonista de 76 años vuelva al punto de partida de todo, de estar “encerrado en el armario” y tener que vivir su sexualidad a escondidas. Este giro es muy interesante porque hace que, cuando parece que la sociedad ha evolucionado hacia delante, nos damos cuenta como todavía dicha sociedad sigue anclada en un pasado muy peligroso. Así, Vicente, volverá a vivir una vida que no quería pero que, poco a poco, irá rompiendo todas esas cadenas que le atan a la hora de vivir todo como él quiere. Maspalomas, tanto la localidad como la película, representan esa libertad que tanto se busca, ese lugar donde podemos ser nosotros mismos sin miedo a represalias, sin miedo a no encajar y vivir la vida como la queremos. Hay una escena donde Vicente se coloca sus zapatillas y cae arena al suelo, haciendo las veces de metáfora de que nunca se ha ido de ese lugar, sino que sigue allí metido.
Y esa zona, la del centro de mayores, comienza siendo una cárcel donde tener que reprimir todo lo que tiene, pero, a medida que avanza, que evoluciona y la relación con el resto de pacientes crece, vemos como esa cárcel se abre y Vicente comienza a vivir otra vida, vuelve a querer seguir siendo quien era antes de aquel ictus que le hizo tener que volver a San Sebastián y estar en esa residencia. Vuelve a querer tener relaciones, vuelve a sentirse bien con su cuerpo e, incluso, quiere volver a pasar por lo que ya pasó hace años: Decirles a los residentes que es homosexual. Todo esto está tocado de una forma muy bella y llena de emoción, no solo por el mensaje y cómo lo transmite, sino también porque como espectadores vamos poco a poco conociendo a este personaje, que es lo vivió y cómo se va sintiendo a medida que todo avanza. También nos sentimos identificados con las relaciones entre los personajes, en especial, los de padre e hija. Quien haya tenido a un familiar ingresado en un centro de mayores sabrá cómo se sienten los diferentes personajes. Unos personajes donde destaca, por encima del resto, José Ramón Soroiz (El bus de la vida). Su personaje no solo está perfectamente escrito, es que el actor consigue con gestos, miradas y murmullos llenar esos silencios para darle al espectador todo para agarrarse a él, una interpretación que, posiblemente, esté dentro de esa carrera por los premios que tanto nos gustan. También destaca Nagore Aramburu (Los Domingos), como esa hija que tendrá que hacer frente a todo por su padre.
En definitiva, Maspalomas es una cinta arriesgada, valiente y que pone sobre la mesa temas tan importantes como la homosexualidad en edad tardía, la libertad en la vida y saber en todo momento quien eres. Los Moriarti vuelven a conseguir otra proeza cinematográfica. Esperemos que sigan así de inspirados por muchos años, pues el estreno de sus películas ya se ha convertido, por méritos propios, en eventos que hay que ir a visitar cuando se estrenan en una sala de cine. Ved Maspalomas, pues os dejará el corazón calentito y con una sonrisa de oreja a oreja.


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