Tras el buen sabor de boca que nos dejó con Llaman a la puerta, M. Night Shyamalan (Tiempo) nos mete un gol con La trampa (2024), una cinta, a priori con una trama interesante, que se convierte en una fullería real para el espectador al convertirse en, prácticamente, un vehículo para lanzar la carrera musical de la hija del director: Saleka Shyamalan. Josh Hartnett (Oppenheimer) y la joven Ariel Donoghue (Un lobo como yo) junto con la descendiente del director indio son el trio protagonista de este fraude.
Un asesino psicópata es sitiado en el concierto de una cantante de moda. Así podríamos resumir el argumento de esta argucia. Aún también podríamos resumirlo como: En el concierto de la hija de Shyamalan se ha colado un psicópata con su hija y,quizá, sería un resumen más acertado. Y es que el “bueno” de M. Night intercala la historia interesante del asesino en serie con minutos musicales del plomazo de su hija, y con esto consigue, durante los dos primeros actos, que parezca más una cinta para el lucimiento de su retoño que una película de suspense. Y para rematar, cuando llega el tercer acto, también su hija toma más protagonismo de lo necesario, dejando la historia en una premisa interesante mal ejecutada.
Como director M. Night Shyamalan no ha perdido el toque y nos presenta buenos momentos, como todo lo que acontece en el concierto referente al asesino. Cada vez que este se escaque del evento se produce alguno momento reseñable como el accidente de un borracha, lo que acontece en el puesto de comida o camisetas… e incluso en el tercer acto hay un momento en una limusina, que usando sus sucios trucos, termina funcionando. Pero el espectador ya llega agotado a esa parte, lastrado en gran parte por interminables números musicales, y pierde interés. Una pena que una cinta de 97 m (105 con los créditos) se haga eterna en su último acto.
Si hay que destacar algo de La trampa (2024) es la interpretación de Hartnett. El actor de Pearl Harbor ha madurado estupendamente y nos ofrecer una actuación en perfecta sintonía con el espectador, hasta el punto de conseguir que nos pongamos de su parte. Consigue que lo pasemos mal por un villano y nos alegremos de sus “victorias”. Los momentos con humor y sarcasmo son impagables. Por su parte, Donoghue también cumple como adolescente insoportable que asiste al concierto de su artista favorita y Saleka Shyamalan da la sensación que está haciendo de ella misma, por lo que hay poco que decir al respecto.
La trampa (2024) tenía un historia (inspirada en unos hechos reales donde la policía montó un operación jaula en un estadio para atrapar a un montón de maleantes) muy potente para ser una gran película de suspense, pero todo ello se diluye en función de la presentación mundial del primer disco de Saleka Shyamalan. Esperemos que al menos ella saque algún duro con sus canciones, pues con esta cinta el papa ha pinchado en hueso. Y es que tras Los Vigilantes y La trampa (2024), M. Night Shyamalan ya ha dejado colocadas a sus dos retoños.
Lo mejor: Josh Hartnett.
Lo peor: La interrupciones musicales que ralentizan el ritmo.
Puntuación: 3/10