La Infiltrada es una película dirigida por Arantxa Echevarria, quien también la coescribió junto a Amélia Mora. Cuenta la historia de Aranzazu Berradre Marín, una agente de la Policía Nacional que se infiltró en la banda terrorista ETA en los años 80 y 90. La película, basada en hechos reales, retrata la lucha entre la justicia y el terror, y plantea una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto fue legítima la lucha armada de ETA? Esta película promete levantar ampollas, tanto entre las víctimas del terrorismo como entre quienes aún defienden una Euskadi independiente a cualquier precio. Su relevancia histórica, social y emocional convierte a esta película en un objeto de crítica necesario.
Arantxa Echevarría ha consolidado su carrera como una directora capaz de tratar temas de gran carga política y social. Su película Carmen y Lola fue aclamada por su tratamiento de temas tabú en el ámbito gitano, mostrando un estilo crudo y sin concesiones. En La infiltrada, Echevarría continúa con su enfoque de cine comprometido, pero esta vez en un entorno aún más controvertido y delicado: la lucha armada de ETA. Con esta película, la directora se enfrenta a uno de los capítulos más oscuros de la historia vasca y española, buscando abrir un diálogo honesto sobre la complejidad del conflicto. La historia sigue a Aranzazu Berradre Marín quien, a los 20 años, presentarse como militante del Movimiento de Objeción de Conciencia de Logroño, se infiltra en ETA y pasa ocho años bajo una identidad falsa, conviviendo con los miembros del comando Donosti. La trama se despliega como un thriller psicológico donde la tensión es constante. Desde el primer momento, el espectador se siente atrapado en el conflicto interno de Aranzazu, dividida entre su deber como policía y el peso emocional de vivir entre los terroristas, fingiendo ser uno de ellos.
El ritmo es sostenido, con momentos de calma que permiten desarrollar el trasfondo emocional de la protagonista, seguidos por escenas de alta tensión donde la vida de Aranzazu pende de un hilo. La película se mueve entre el drama y el thriller, con secuencias intensas que mantienen al espectador al borde del asiento. La dirección de Echevarría es precisa en su manejo del suspense, sin caer en el sensacionalismo, lo que refuerza la autenticidad del relato. La ambientación es impecable. La recreación de los zulos de ETA, los mítines clandestinos, las manifestaciones y los encuentros en Etxeko-Tabernas (bares vascos) ofrecen una imagen clara del clima político y social de la época. Las calles y los paisajes grises de una Euskadi bajo el peso del conflicto se muestran con crudeza, lo que refuerza la sensación de peligro constante en la que vive la protagonista.
Carolina Yuste (Hasta el cielo) ofrece una interpretación sobresaliente como Aranzazu. Su capacidad para transmitir la complejidad emocional de una joven que, a pesar de su valentía, está al borde de romperse por la presión constante, es una de las mayores fortalezas de la película. Luis Tosar (Maixabel), en su papel como inspector jefe de la Policía Nacional y superior de Aranzazu, es magnético y aterrador; Le llamaban ‘el inhumano’ porque parece ser que no era muy amigo de dormir y descansar, y eso lo aplicaba a todo su equipo. Su interpretación refleja la frialdad calculada de un hombre capaz de justificar la violencia en nombre de un ideal. Los personajes secundarios, como el interpretado por Diego Anido (As Bestas) e Iñigo Gastessi (Lasa y Zabala) ofrecen una rica gama de matices. Son terroristas con una humanidad visible, lo que provoca en el espectador una incomodidad profunda. La película no busca demonizarlos por completo, sino presentar las complejidades de personas atrapadas en la ideología y la violencia.
A pesar de tratar un tema extremadamente duro y divisivo en la historia española, la película de Echevarria no busca posicionarse políticamente, sino que trata de explorar la humanidad detrás del conflicto. Nos recuerda que las guerras y las luchas armadas, en cualquier contexto, dejan cicatrices profundas no solo en las víctimas directas de la violencia, sino también en aquellos que luchan desde las sombras. El sacrificio de Aranzazu y la crudeza de su vida doble sirven como recordatorio de lo que significa enfrentarse a la violencia desde dentro. A medida que la infiltrada se aleja de la sombra que proyectó su misión, el peso de sus decisiones y el impacto de su trabajo quedan claros: se evitó un futuro lleno de tragedias, y se desarticuló una célula que podría haber causado un sufrimiento incalculable. Sin embargo, más allá de la victoria de unos u otros, la película se cierra con una reflexión sobre los costos humanos de todo conflicto, recordándonos que tanto la lucha armada como el sacrificio de quienes se ven involucrados dejan cicatrices en todos los lados.
En resumen, el mensaje final de la directora, Arantxa Echevarría, no busca señalar culpables ni héroes, sino subrayar la necesidad de que, como sociedad, aprendamos de nuestro pasado para no repetir los errores. A través de la historia de la infiltrada, la película transmite un deseo profundo de reconciliación y comprensión, alejándonos de las divisiones y recordándonos que el futuro solo puede construirse si miramos hacia adelante con empatía y respeto mutuo.