James Gunn (El escuadrón suicida), antes de irse a organizar el nuevo Universo cinematográfico de DC para la Warner Bros., clausura el arco argumental de la saga que le dio la fama, y la fortuna, a la que llevaba tiempo apelando. Guardianes de la Galaxia Vol. 3 cierra el ciclo que se abrió con la primera entrega en 2014, y lo hace de una manera tierna, bonita, y excesiva, como ocurre desde hace tiempo en el MCU (Universo cinematográfico de Marvel). Regresa el elenco de las anteriores entregas con Chris Pratt (Super Mario Bros.: La película) y Zoe Saldana (Avatar: El sentido del agua) al frente de la función, aunque en este episodio Bradley Cooper (El callejón de las almas perdidas), que pone voz al mapache Rocket, está más presente que nunca. Entre las nuevas incorporaciones inciden un desaprovechado Will Poulter (Midsommar) y un insípido Chukwudi Iwuji (El Pacificador) como los villanos de la función.
Sin revelar mucho del argumento de Guardianes de la Galaxia Vol. 3, apuntaremos que gira entorno al origen de Rocket, algo que nos retrotrae a las prácticas nazis para crear al ser humano perfecto y superior. Luego en los temas secundario se vuelve a sumergir en unos conceptos muy de la factoría del ratón Mickey: Amistad y familia. También se retoma una historia de amor, con cierto aroma a cine de los ochenta, que le funciona estupendamente. Pero se echa de menos un trabajo más laborioso con los villanos de la función, sobre todo con el principal, al que cuando le llega el final nos da igual si muere o sobrevive. El guión es divertido, pero menos gracioso que los capítulos anteriores, y tiene momentos muy serios con los que muchos echarán la lágrima, pero aún así la historia no justifica los 150 minutos de duración.
Gunn sabe muy bien manejar el lenguaje cinematográfico apuntalado en el “macarrismo” visual. De ahí nace su impecable arranque, incluyendo unos créditos completos (algo que últimamente se deja ver poco en este tipo de productos), y por supuesto el plano secuencia donde todos los guardianes tiene su momento de acción en un pasillo. La cinta incluye cada pocas escenas un flashback sobre el origen del mapache. Los efectos en estas escenas son espectaculares y la dirección (creciendo en cada fragmento) es impecable tanto que, como apuntábamos anteriormente, más de uno acabará echando una lágrima. Y esta claro que es uno de los directores actuales que mejor sabe montar una secuencia alrededor de un temazo. Un película que arranca con una versión acústica del Creep de Radiohead y acaba el rodillo de créditos final con el Badlands de Bruce Springsteen va ser recordada durante mucho tiempo en los espectadores asiduos al MCU.
Siempre alabo la labor de casting de estas cintas, especialmente en sus primeras fases. Ahora es imposible pensar en reemplazar a Pratt o Cooper. Pero es verdad que de un tiempo aquí, a la hora de seleccionar secundarios parece que les cuesta acertar. Al poco carisma de Chukwudi Iwuji, se le une lo desaprovechado que está Poulter, y la cuasi omnipresente Elizabeth Debicki (Tenet). Menos mal que seguimos teniendo a una Karen Gillan (Thor: Love and Thunder) impecable y “muy tajante”, y a una divertidísima Pom Klementieff (Guardianes de la Galaxia vol. 2) para salvar las situaciones.
En resumen, Gunn se puede ir con la cabeza bien alta del MCU, su trilogía, a pesar de sus pequeños defectos, es uno de los productos más interesantes, y como más alma y corazón, de todo este universo, y en especial de estas últimas fases que están siendo bastante flojitas. Sin lugar a dudas es la cinta más interesante y, posiblemente, una de las mejores de estos últimos años, en general, bastante descafeinadas. A pesar del consabido cierre argumental, las dos secuencias post créditos dan pista sobre el futuro de esta franquicia. Esperemos que los directivos tengan buen ojo y fichen a otro gran talento para futuras secuelas.
Lo mejor: El origen de Rocket.
Lo peor: Los villanos y la duración.
Puntuación: 8/10