24 años después de que Gladiator resucitara la carrera de Ridley Scott (Napoleón) llega a las pantallas de cine su secuela, titulada para lo ocasión con el “original” nombre de Gladiator II. Una secuela que varios estudios se empeñaron en sacar adelante a pesar de que la historia de la cinta original concluía (y cerraba) estupendamente. Contra todo pronóstico Gladiator II es toda una sorpresa: han sabido continuar la historia elegantemente, han escogido un reparto solvente, y han vuelto a crear un blockbuster de manual que funciona a la perfección para el gran público, a pesar de la mitificación que existe con la cinta original. El ascendente Paul Mescal (Desconocidos) lidera una legión de estrellas como Pedro Pascal (Robot salvaje), Denzel Washington (The Equalizer 3) o Joseph Quinn (Un lugar tranquilo: Día 1) y viejas glorias, del anterior capítulo, que responden a los nombres de Connie Nielsen (La Liga de la Justicia de Zack Snyder) y Derek Jacobi (Good Omens).
Un bárbaro, de dudoso pasado, ve como su mujer es asesinada durante un contienda de conquista del imperio romano. Es capturado y vendido como gladiador para mejor gloria de un lanista que pretende introducirse en la «jet set» romana. El bárbaro jura vengar la muerte de su esposa. Esta es básicamente la historia general de Gladiator II. Una ficción que aparece de la nada y funciona. Es decir, prácticamente era imposible continuar el argumento de la primera entrega y aquí se inventan una patraña que consigue engatusar y entretener al respetable. Un historia de aventuras con un toque de intrigas palaciegas que le sienta estupendamente. La estructura narrativa es muy similar a la del film ganador de 5 Oscars de la Academia de Hollywood, un hombre respetable busca venganza en un mundo plagado de mentiras y falsedades. Al igual que la primera entrega esta también está plagada de grandes frases lapidarias que con el tiempo se convertirán en clásicos como ya lo es el famoso “Fuerza y honor”.
A sus casi 87 años Sir Ridley Scott sigue demostrando que cuando quiere es capaz de filmar escenas espectacular como cada una de las que se narran dentro del Coliseo Romano. Todas son espectaculares. Puede pecar de que el clímax, en comparación con el resto, es menos potente, pero es que lo mismo ocurre con ese tercer acto, donde parece que hay prisa por no alcanzar las 2 horas y media de metraje. Y es que Gladiator II dura 148 minutos, 7 menos que la película protagonizada por Russell Crowe. Estamos ante una cinta donde el propio Scott se homenaje a sí mismo en varios momentos. Los más claros son los créditos iniciales y un plano llegando al final que parecen sacados de la vapuleada en su momento Robin Hood (2010).
Gladiator pasó a la historia en gran parte por la fascinante partitura de Hans Zimmer (Dune: Parte dos). En esta ocasión el compositor alemán no pudo comprometerse y la composición ha recaído en unos de sus alumnos más populares Harry Gregson-Williams (La edad dorada). El compositor inglés no llega igualar la épica de la primera entrega pero se le agradece que elabore música nueva y que solo use los temas míticos en muy contadas ocasiones. Es quizá el punto más flojo de la cinta, una partitura que se queda sin garra en algunos momentos.
Casi sin darnos cuenta, cuando acaba la proyección y podemos valorar la cinta en todo su magnitud, podemos afirmar que estamos ante una película de Denzel Washington. El actor neoyorkino tiene un papel semi secundario pero que está muy presente durante todo la película, y gracias a él es muy posible que acaricie una tercera estatuilla dorada. Cada uno de los encuentros con los otros actores, en especial Mescal, no le hacen sombra. Sus miradas en la silla del coliseo son de aplauso. Pero sin duda, cada vez que adula a los emperadores de Roma, nos da una auténtico recital de pose, gestos y movimientos, mientras su mirada nos da pistas de hacia dónde va su personaje. Mescal y Pascal son los reclamos para diferentes generaciones. El irlandés está correcto, sin más, intentando separarse del fantasma de Crowe que sigue en el imaginario del respetable, y el chileno vuelve a demostrar que la cámara le quiere, y si es descubriéndose la cara tras un capucha mucho más. Mención especial para los personajes más locos de esta entrega, el ya citado Joseph Quinn y Fred Hechinger (The White Lotus). Ambos interpretan a los malignos emperadores que dirigen Roma como un parque de atracciones. Atentos al momento donde conocen al personaje de Mescal, pura orgía toxicómana (ese cuerno de rinoceronte les delata).
En resumen, Gladiator II ofrece un espectáculo y un entrenamiento de primer orden que es lo que reclama la gran mayoría de audiencia en la actualidad. Scott se lo proporciona de igual manera que su predecesora pero con un poquito menos de épica. Es un revienta taquillas que juega con historia de la caída del imperio romano a su antojo y a favor de obra. Al igual que el original (que tampoco es esa obra maestra que nos hacen creer) esta secuela ganará mucho más con el paso del tiempo.
Lo mejor: Han elaborado un estupendo blockbuster donde no lo había.
Lo peor: A la música le falta épica.
Puntuación: 8/10