Allá por la década de los ochenta se abría paso en los mercados la cinematografía noruega. Una modesta película de aventuras llamada Pathfinder, el guía del desfiladero alcanzaba una popularidad todavía vigente (los norteamericanos realizaron hace unos años un burdo remake dirigido por Marcus Nispel). Y el mérito de este fenómeno lo tuvo el actor y cineasta Nils Gaup (En busca de la estrella de navidad), que desde entonces figura en la lista de cineastas nórdicos con más renombre internacional. Un tipo cuya filmografía ágil y concisa suele moverse en el terreno de la aventura, al que Disney llegó a apadrinar en su segunda película, Náufragos, en busca de nuevos mercados. Por tanto no es de extrañar que el zapatero vuelva a sus zapatos y estrene ahora El último rey, una propuesta que le viene como anillo al dedo y aporta alguna noción histórica sobre acontecimientos lo suficientemente interesantes.
Narra el origen del reinado a principios del S.XIII de Håkon Håkonsson cuando tan sólo contaba con dos años de edad. En un período convulso de la historia de Noruega derivado de enfrentamientos civiles, peligra la vida del hijo ilegítimo del difunto rey. Los papistas, que controlan gran parte del territorio, quieren su cabeza y dos hombres, verdaderos protagonistas del relato, procurarán evitarlo llevándolo a un lugar seguro. De ello podría depender la estabilidad política de su país y el ansiado cambio que esperan. Una historia legendaria para los noruegos, reflejo de las encarnizadas luchas de poder entre dos facciones, los bagler y los birkebeiner. Precisamente, el recuerdo de estos últimos goza en la actualidad de gran popularidad, gracias a la carrera anual de esquí que lleva su nombre, palabra que despectivamente se refería a su calzado de madera.
Tenemos por tanto dos líneas argumentales. Una que refleja en términos históricos las luchas de poder e intrigas políticas y otra que en clave de ficción relata la aventura de sus protagonistas. Y quizás sea ese el mayor lastre del film. Porque se percibe cierta obligatoriedad en relatar la primera, dotando al conjunto de mayor enjundia histórica pero enfocándola de forma fría e impersonal si se compara con la historia de los dos hombres. Esta otra trama resulta adrenalínica, fascinante y vívida. Aunque la estupenda producción de que hace gala unifique el metraje, desde la fotografía hasta la banda sonora enriqueciendo cada secuencia, se percibe en la dirección y su apoyo actoral que pierde brío entre cuatro paredes. Salta a la vista que donde mejor se mueve Nils Gaup es al aire libre, filmando situaciones límite de gran carga psicológica y trepidantes secuencias de acción. Uno de esos casos en los que nos parece estar ante dos películas distintas, preguntándonos qué hubiese sucedido de una si descartásemos la que menos nos atrae.
Sea como sea, una propuesta curiosa. De gran rigor visual en su búsqueda de luz natural y realismo climatológico, embellecida por espectaculares paisajes naturales. Nada nuevo para los seguidores de este director, pero muy de agradecer en el panorama irreal y digitalizado que ofertan las grandes producciones norteamericanas. Tanto que un servidor agradecería que siguiesen llegando del frío estas historias desconocidas para el gran público, que despiertan el interés de inquietos y estudiosos. Porque el mundo es enorme, cada esquina tiene su historia, pero seguiremos en nuestra jaula de oro si descartamos la curiosidad en favor de aquello mil veces visto.
Lo mejor: Las secuencias filmadas sobre esquís.
Lo peor: Las prescindibles intrigas políticas.
Puntuación: 6/10