La película Bird, de Andrea Arnold, presentada en Cannes, es un drama social que sigue a Bailey, una niña de 12 años que vive en una casa ocupada en el norte de Kent. Arnold, conocida por su estilo visceral y su mirada cercana a la realidad de los marginados, ofrece una historia donde la naturaleza y el mundo interior de Bailey se entrelazan. Nykiya Adams, quien interpreta a Bailey, sobresale en su papel debut, mostrando una profunda capacidad para transmitir la mezcla de vulnerabilidad y resistencia que caracteriza a su personaje. Bailey, al borde de la pubertad, enfrenta la negligencia de su padre, Bug (Barry Keoghan), que se encuentra atrapado en sus propios problemas, incapaz de dar atención o afecto a sus hijos. Adams logra capturar la confusión emocional de una niña que busca ser vista, mientras lucha por afirmar su identidad en un entorno opresivo.
Barry Keoghan, como Bug, ofrece una actuación compleja como un padre ausente, emocionalmente distante. Su interpretación no solo lo muestra como una figura que no puede conectar con sus hijos, sino como un hombre profundamente marcado por sus propias limitaciones. El personaje de Bug es incapaz de ofrecer el cuidado necesario, lo que impulsa a Bailey a buscar su propio camino, aunque esté lleno de peligros y desafíos. La vulnerabilidad que Keoghan le aporta al personaje subraya la dureza de la vida de Bailey. Por otro lado, Franz Rogowski, interpretando al misterioso Bird, añade una capa de misterio y posible redención. Su personaje introduce un giro casi fantástico a la historia, lo que es poco usual en el cine de Arnold. Su relación con Bailey parece ser un anhelo de conexión, simbolizando un escape de la vida rutinaria y opresiva.
Arnold siempre ha tenido un don para retratar la vida de los marginados, y con Bird, su enfoque se amplía al introducir elementos fantásticos que se entrelazan con su característico realismo social. La directora parece estar reflexionando sobre la necesidad humana de escapar, no solo de las limitaciones físicas, sino también de las emocionales, especialmente durante la adolescencia, una etapa que Arnold captura con gran sensibilidad. En sus películas anteriores, la naturaleza siempre ha jugado un papel simbólico y, en Bird, lo fantástico está conectado a esa fuerza natural que representa el crecimiento, la transformación y la esperanza de algo más allá del caos.
A través de la relación entre Bailey y Bird, Arnold explora la búsqueda de libertad y fantasía en un mundo lleno de restricciones. A lo largo de la película, el paisaje natural de Kent y la figura de Bird sugieren que siempre hay una posibilidad de redención o cambio, incluso cuando todo parece perdido. Andrea Arnold es conocida por su enfoque crudo y realista, y con Bird, parece seguir el mismo patrón que ha desarrollado en sus películas anteriores. Las casas ocupadas del norte de Kent, donde se ambienta la película, son un reflejo de los entornos marginales que Arnold suele retratar: espacios donde la vida es difícil, y los personajes deben sobrevivir emocional y físicamente en condiciones precarias. Arnold tiende a utilizar la cámara en mano, creando una sensación de inmediatez e intimidad con los personajes. Esto probablemente refuerza la perspectiva de Bailey, permitiendo que el espectador se sumerja en su mundo mientras él navega por la confusión emocional de la pubertad, el abandono y la búsqueda de su identidad. La elección de Arnold de narrar la historia desde el punto de vista de un niño de 12 años en un entorno vulnerable abre la puerta a una observación matizada de las dinámicas familiares y la lucha por la atención parental.
En resumen, Bird se erige como una obra que refleja las temáticas habituales de Arnold: la lucha por la supervivencia en entornos marginales, la desconexión emocional y la adolescencia como una etapa crítica. Las actuaciones, especialmente la de Nykiya Adams, añaden autenticidad y profundidad emocional a la narrativa. Arnold combina lo real y lo fantástico de manera brillante, creando un drama conmovedor que no solo examina la vida de los desatendidos, sino que también insinúa que el escape puede ser tanto emocional como físico.