Es una de las frases de Aprendiz de gigoló: «donde hay amor, hay dolor». Y efectivamente e intuyen ambas cosas en la película que dirige, escribe y protagoniza John Turturro (Transformers), una comedia que tenía camino de ser bastante inofensiva y que en los últimos minutos acaba mejorando bastante. De esta forma, duele que sea una oportunidad perdida, pero se nota que es un filme hecho con cariño. Turturro tiene ganas de contar una historia muy concreta sobre la soledad y las habladurías del entorno que nos rodea, pero antes de llegar ahí se pierde revolviéndose en terrenos cómicamente más directos, más propios de un Woody Allen (Blue Jasmine) que, no es ninguna sorpresa viendo el contenido, es el coprotagonista del filme.
Queda la duda de si es Turturro quien ha escrito un papel a la medida de Allen para que aparezca en la película o si la historia ha ido evolucionando hacia el terreno en el que más cómodo se puede sentir el director de Match Point. En cualquier caso, no se puede negar su influencia sobre el filme. Sus diálogos y (casi) monólogos son puro Woody Allen, que suma así un nuevo personaje exagerado y parlanchín a una galería que desde hace ya mucho tiempo sólo nutría de los que él mismo se escribía. Y, paradojas del cine, lo que acabó siendo hasta cansino en sus películas ahora se ve como algo relativamente fresco.
Las conversaciones que mantienen los personajes de Allen y Turturro están entre lo mejor de esa primera mitad de la película, que es episódicamente divertido pero argumentalmente más flojo. Y es que Turturro y Allen no consiguen que funcione demasiado bien la historia de un hombre de mediana edad que, impulsado por su amigo, se lanza a entretener sexualmente a mujeres por dinero (efectivamente, la profesión más vieja del mundo mostrada desde otro punto de vista, con descaro y valentía). Si esa primera parte de la película no funciona con tanta brillantez es porque nada de lo que va sucediendo parece tener una auténtica razón para que vaya sucediendo más que la de servir de acomodo a un gag o a una frase ingeniosa.
Es, obviamente, una comedia sin demasiadas pretensiones, pero aún así justificar toda la película en la escasez de trabajo e ingresos del protagonista no casa con lo que sigue. Tampoco hay excesiva química, algo sí, entre el personaje de Turturro y los de dos de las tres mujeres que van desfilando con cierto protagonismo en la película: Sharon Stone (Instinto básico), Sofía Vergara (Noche de fin de año) y Vanessa Paradis (Los seductores). Las dos primeras brillan menos del potencial que ofrecían en la historia y es la última la que consigue la mejor parte de la película. Interpreta a una viuda judía que, desde la muerte de su marido, no ha tenido relación con hombre alguno. Y es ahí donde Turturro sí se esmera en que su película sea algo más.
En la parte final, que en realidad se puede desligar de todo lo anterior, sí hay algo más que unas risas ocasionales. Ahí se ven las escenas más divertidas de la película (ese juicio judío en el que Bob Balaban (Monuments men) ejerce de abogado), pero también las más atractivas desde el punto de vista narrativo (el montaje paralelo dando protagonismo a los personajes de Turturro y Paradis), y esa mezcla da idea de que Aprendiz de gigoló podría haber sido una comedia mucho más lograda de lo que finalmente ha sido, porque los actores, entre los que hay que incluir a un acertado Liev Schreiber (El mayordomo), los tiene. Es una comedia suave, sencilla e incluso agradable por momentos, pero esa misma definición sirve para explicar lo inofensiva e incluso intrascendente que acaba siendo.
Puntuación: 5 / 10
Concuerdo con que la pelicula es del genero comedia, pero liviana. Pero no concuerdo, porque me parece que el tema tratado, el del amor, tanto en su dimension sensual erotica (Sofia Vergara, Sharon Stone) y el amor en su dimensión espirtual , la relación que se establece entre Paradis y el protagonista. Notable es la escena del parque, dónde él le saca la peluca y la descubre a ella, no sólo como mujer sino como persona. En realidad el gigolo, va develando, asi como se quitan las capas de una cebolla, a la viuda jasidica (no es cualquier tipo de judia) quienes en las relaciones sexuales normales con sus parejas no pueden tener contacto sensual corporal, y lo hacen a traves de una sabana con un hoyito. Entonces, el gigolo va «desnudando» a la viuda, pero en el sentido que ella logra encontrarse a si misma: en la escena antes citada ella le verbaliza : «contigo puedo ser yo misma». Se plantea entonces la conjuncion de ese amor sensual (cuerpo) con el amor espiritual (el trascendente, el que viene de Dios) y ella como persona, en su subjetividad. En ese sentido la película es bella.
saludos cordiales
Rolando Rebolledo S.