1917: La trinchera infinita

Soy un apasionado de la historia y, en especial, de la época de las grandes guerras. Me apasiona tanto una historia que sea directa en la acción como aquellas que abrazan más el drama para contar algún suceso concreto. Por ello cintas como La chaqueta metálica, Senderos de gloria, Salvar al soldado Ryan, La lista de Schindler, Apocalypse Now o Enemigo a las puertas están dentro de mis películas favoritas de todos los tiempos. En 1917 se dan dos circunstancias que hacían de ella una de las películas que más esperaba en este nuevo año que ha entrado: Género bélico y Sam Mendes (Spectre). Infravalorado por muchos, Sam Mendes es sin ninguna duda uno de los directores más importantes de los últimos veinte años, regalando obras maestras como American Beauty, Camino a la perdición o Revolutionary Road. Todas ellas han ido mostrando una madurez en la forma de contar la historia por parte de Mendes que tiene su culmen en 1917, un ejercicio de virtuosismo tras las cámaras y un saber contar una historia concentrando toda su acción en un único día. Una absoluta y auténtica obra maestra.

Dean-Charles Chapman y George Mackay en 1917

Dean-Charles Chapman y George Mackay en 1917

Es un virtuosismo técnico porque 1917 está rodada en plano secuencia, más bien, en falso plano secuencia. Lo de falso viene porque en algún momento de la película tiene cortes que el ojo humano no es capaz de percibir porque la cámara, el CGI o las transiciones que se hagan hacen que parezca que seguimos en el mismo plano, pero no es así. Pero aún así toda la cinta está tirada en un solo plano, siguiendo a dos protagonistas a través de las trincheras británicas para mandar un mensaje a otra facción que está más allá de las líneas enemigas. A través de este viaje de un solo plano, somos testigos de los diferentes horrores que se escondían tras al paso de las milicias, de pueblos destruidos y de pequeñas historias que siguieron ocultas en zonas realmente peligrosas. Sam Mendes sabe que quizás la historia de dos hombres que quieren dar un mensaje para evitar una debacle puede ser una historia de guerra más, por eso el guion y la narración se centran en mostrarnos sus diálogos, sus inquietudes o sus miedos. Tiene el tiempo suficiente, teniendo en cuenta que es una carrera contrarreloj, en tomarse su tiempo en mostrarnos vidas ajenas que se vieron destrozadas por la guerra.

Quiero decir, que Sam Mendes quiere contar su historia, pero no por ello va a renunciar a su sello y va a realizar la película de acción bélica genérica número 56. No. Él quiere que veamos que la guerra no es un juego, que la guerra es sangre, es fuego, es disparos desde lo más alto de una torre y que es historia. Hay tres momentos realmente que te aplasta el corazón: Con una chica en un pueblo francés, una canción y una carrera por fuera de una trinchera. Estos tres momentos ya pueden enmarcarse en lo más emocional que se va a ver en 2020. Y es que pensándolo mucho pocos directores pueden dar esa emoción a una cinta así. Christopher Nolan lo intento en Dunkerque, pero al final optaba más por la espectacularidad que en detenerse a contar las historias que la guerra arrebataba. Mendes sabe que, aunque muchos quieran ver grandes batallas, su historia no va de eso. Y es por eso por lo que al final empatizamos con los protagonistas, porque podrían haber sido nuestros abuelos o algún familiar. Es una cinta espectacular en su dirección y planificación, pero también es algo que nos termina emocionando por las historias que se esconden detrás.

Y es difícil mantener este nivel con tan solo dos caras en pantalla durante el 90% del metraje. George MacKay (Captain Fantastic) y Dean-Charles Chapman (Juego de Tronos) aguantan el tipo con creces. Desde el minuto uno nos hacen partícipes de la amistad de sus personajes, del respeto que se tienen y como son capaces de trasmitirnos lo que están viviendo durante su viaje. Los dos están realmente bien y, dirigidos con maestría por Mendes, son capaces de trasmitir de todo con solo un gesto o una mirada. Además, saben hacer frente a portentos de la interpretación como son Colin Firth (Kingsman: Servicio secreto), Benedict Cumberbach (Vengadores: Endgame) o Mark Strong (¡Shazam!) que siguen demostrando que son grandísimos actores. Pero en 1917 también hay que hablar de Roger Deakins (Blade Runner 2049) y Thomas Newman (Tolkien) demostrando que son auténticos maestros dentro de su campo. De Deakins ya no hay calificativos para describir su manera de fotografiar una película. Hay una secuencia de noche y entre escombros que quita el hipo. Y Newman realiza una partitura que va en aumento a medida que la cinta crece. Una auténtica pasada.

George MacKay en 1917

George MacKay en 1917

1917 es un de las grandes obras maestras de los últimos años. Dirigida por un director que no tiene película mala y que sabe ir introduciendo la emoción sin forzar nada. Es una de las experiencias cinematográficas más apabullantes, vibrantes y espectaculares que se van a presenciar en una sala de cine. De visionado obligatorio.

Puntuación: 10/10

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