Un doctor en la campiña: Médico de pueblo

Thomas Lilti (Hipócrates), licenciado en medicina, se ha propuesto desenmascarar la situación médica en su país. O eso es lo que parece. Si en su anterior película ya hizo una crítica mordaz en tono cómico y dramático sobre los recién llegados a las clínicas y, como en muchas ocasiones, aunque un paciente no se encuentre del todo bien se le da el alta para liberar una habitación o cama. Ahora con Un doctor en la campiña el director francés vuelve a meter el dedo en la llaga con una historia donde crítica la situación médica lejos de las grandes ciudades. Así, el director crea una historia tierna, emotiva y amena donde un doctor de campiña tiene que lidiar ante la mala situación que se vive, un problema personal y la llegada de una recién salida de la universidad que quiere aprender en la campiña.

François Cluzet en Un doctor en la campiña

François Cluzet en Un doctor en la campiña

Y es que el guion escrito por Thomas Lilti no se anda con miramientos, y enseguida nos encontramos ya los problemas sobre la mesa. El primero de ellos la detección de un tumor a nuestro protagonista, el segundo la mala gestión médica lejos de las grandes ciudades y el tercero la llegada de una recién licenciada que quiere aprender cómo realizar el oficio lejos de la gran ciudad. Todo esto contado en menos de diez minutos, por lo que rápidamente comenzamos la historia y las emociones. Emociones que surgen por las historias de cada uno de los pacientes que aparecen en la pantalla y que Thomas Lilti se preocupa de presentarnos y contarnos su historia. Así, a la vez que vamos empatizando con nuestro protagonista, también vamos cogiendo poco a poco cariño por cada uno de los pacientes. Y eso es algo que Lilti hace muy bien, sabe cómo crear personajes por los que preocuparse.

Por eso mismo, cada uno se convierte rápidamente en alguien que conocemos de toda la vida. Y ella, la chica recién licenciada, se convierte en esa inexperiencia del recién llegado a los sitios, pero que tiene tanta o más ilusión que los médicos que llevan toda la vida en la campiña. Ella es el impulso que hace que François Cluzet (Una semana en Córcega), nuestro protagonista, nunca se rinda ante las adversidades que puede ir poniéndole la vida. Y eso se ve reflejado en una escena, donde decide cuidar personalmente de un paciente anciano al que considera su amigo. Una historia que, realmente, consigue emocionar. Quizás el principal problema de la historia es que parece que Lilti no ha intentado avanzar algo más después de Hipócrates y se queda al mismo nivel que su anterior cinta. No arriesga y en muchas ocasiones, aunque sus personajes crezcan, parece que está más pendiente de avanzar la historia que de crear más vínculos entre sus personajes.

Marianne Denicourt en Un doctor en la campiña

Marianne Denicourt en Un doctor en la campiña

Aun así, Un doctor en la campiña es una película que se deja ver de la mejor manera, con una sonrisa en la boca y no aburre. Quizás se le eche en falta que Thomas Lilti no arriesga respecto a su anterior cinta. Por lo demás, Lilti sigue siendo uno de los directores que hay que tener en cuenta de Francia. Esperemos que en su siguiente cinta asuma ese riesgo necesario.

Lo mejor: François Cluzet y la historia.

Lo peor: El poco riesgo de Thomas Lilti.

Puntuación: 7/10

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