Tusk: Bizarrismo sin sentido

Tusk, lo último de Kevin Smith (Red State), comienza con referencias a los podcast actuales de internet y homenajes a, quizás, directores que admira como Quentin Tarantino (Django Desencadenado). Después, el giro que toma hacía una cinta de terror diferente se diluye pasados los primeros 35 minutos, el resto es morralla de mala. El ego de Kevin Smith por intentar hacer algo diferente le nubla la vista al ver que lo que hace en Tusk es una especie de La isla del Dr. Moreau y El cienpiés humano. Por lo que todo lo que se ve en Tusk ya se ha hecho antes, incluso aburrir al personal con una película que no sabe muy bien si quiere ser terror, comedia o un género nuevo. Por este camino vamos mal, Sr. Smith.

Michael Parks en Tusk

Tusk es la historia de un chico que tiene un podcast en internet donde se ríe y busca historias bizarras. Al ir en busca de una, queda seducido por un extraño hombre que le cuenta sus aventuras. Lo que no sabe nuestro protagonista, es que este individuo lo quiere para trabajar en un experimento muy especial. No diré en que tipo de experimento quiere convertirlo, pero viendo las referencias que he mencionado puede quedar algo claro que es lo que pasa. Kevin Smith es un fan de lo bizarro viendo lo que sucede en la cinta. Bizarrismo llevado al extremo, pero es un bizarrismo que gusta. Gusta en su concepción y como se llega a él, pero que pierde fuelle cuando ya tiene que justificarlo.

Y es que los primeros 35 minutos de película son bastante interesantes y llaman la atención. Son en estos minutos donde vemos lo mejor de la película, y la concepción del plan del “villano” de la cinta. Es durante esa concepción donde estás intrigado viendo como manipula al protagonista hasta convertirlo en lo que quiere. Pero después, las conversaciones vacías, los personajes irrelevantes y la risión que da todo desde entonces hacen de Tusk una película mala. Kevin Smith como he dicho antes, debe ser fan de Tarantino porque los diálogos que tiene la cinta podrían haber sido escritos por el «L’enfant terrible» de Hollywood (salvando las distancias), porque los diálogos de Tarantino son interesantes y muestran más cosas que las de Smith, donde una conversación a base de citas de otras personas aburre incluso al que escribió la cita.

Justin Long en Tusk

Además, al no saber muy bien que tipo de género quiere ser, todo lo bueno que puede ofrecer la película se diluye. ¿Es comedia?¿Es terror? No lo sé, quizás sea comedia de terror, pero ese género nuevo no sé yo lo que puede dar de si. Y esto parece que les afecta a los protagonistas que se pasan la cinta corriendo de un lado a otro sin saber que hacer. Mientras en un lado vemos preocupación, en el otro nos estamos riendo (más por vergüenza ajena que otra cosa) por lo que vemos en pantalla. Y si consigues que me ría de lo que veo pero no por ser gracioso sino algo que se te ha ido de las manos, vamos mal.

Tusk es un paso atrás de Kevin Smith, que parecía que se iba a comer el mundo y al final está demostrando que es un director más del montón. Red State tenía su aquel, Tusk es que no tiene nada. Una decepción enorme.

Lo mejor: Los primeros 35 minutos.

Lo peor: El ego de Kevin Smith no le deja ver que todo ya se ha hacho antes.

Puntuación: 3/10