Transporter Legacy: No sin mi padre

La saga Transporter posiblemente sirvió únicamente para lanzar al estrellato a Jason Statham (Espías), porque lo que cinematográficamente aportaba era más bien escaso. Aunque tengo que reconocer que con la primera entrega me lo pasé realmente bien. Lo de las secuelas es otro cantar. Ahora, trece años después de la primera y siete desde Transporter 3, Transporter Legacy llega con la misión de continuar con las aventuras de este conductor que no sabe lo que es el miedo y a la vez ser una especie de reinicio con nuevas caras. ¿El resultado? Un completo desastre. Transporter Legacy no aporta nada, las virtudes que pudiera tener se ven esfumadas por sus malas interpretaciones, su mal guión y por tener un protagonista con el mismo carisma que una cebolla.

Ed Skrein en Transporter Legacy

Ed Skrein en Transporter Legacy

Sin olvidar demasiado el pasado, Transporter Legacy nos vuelve a situar en una ciudad, con un conductor, un coche y muchos paquetes que transportar sin realizar preguntas. Lo único diferente es que a nuestro protagonista el tema de no hacer preguntar se lo pasa por donde pueda y únicamente le interesa que su padre esté bien. Además, un enemigo del pasado (no tiene nada que ver con la saga) hace de nuevo acto de presencia para ponerle las cosas difíciles a nuestro héroe. Esto es Transporter Legacy. Escenas de acción encadenadas a escenas de cuerpos perfectos de sus protagonistas y de nuevo a escenas de acción. Y es que Transporter no se podría entender sin su dosis vitaminada de acción. Eso sí, las piruetas imposibles siguen estando presentes, y poco le falta al coche para volar.

Y es que aunque la gente pueda decir “pero si hay acción eso es que mola”, la respuesta es no. Las escenas de acción sí, molan. Pero lo que es el peso de la historia la hunde. Nuestro conductor sin escrúpulos, capaz de hacer de todo no puede soportar que su padre esté solo, que se gaste dinero en tonterías y mucho menos que correr peligro rodeado de cinco mujerones. Toda la trama principal es la relación entre nuestro héroe y su padre, del que suponemos a sacado sus atributos, pero que sólo parece haber heredado la forma de seducir a las mujeres, porque el padre lo que es adrenalina… poca. Y así avanza la historia durante sus 90 minutos. Su director, Camille Delamarre (Brick Mansions), se desenvuelve perfectamente en la acción, pero en lo que es las partes calmadas, mal, muy mal.

Ed Skrein y Loan Chabanol en Transporter Legacy

Ed Skrein y Loan Chabanol en Transporter Legacy

Como mal es la elección del nuevo Frank Martín. Ed Skrein (Juego de tronos) tiene el mismo carisma que una mazorca de maíz. Sus expresiones son todas las mismas, no esboza nada y su tono de voz, ronco, para hacerle más inaccesible y misterioso no engaña a nadie. No consigue hacernos olvidar a Jason Statham. Igual pasa con Loan Chabanol (En tercera persona), que únicamente se pasea por la cinta para lucir palmito, hacer que nuestro héroe la salve y en alguna ocasión intentar demostrar que puede ser de armas tomar, pero poco rato. Transporter Legacy es una de esas películas que van a una sala de cine pero que debería haber ido directamente al mercado domestico. No aporta nada nuevo, y lo bueno que pudiera tener se esfuma a la primera de cambio.

Lo mejor: Las escenas de acción.

Lo peor: Que no aporta nada y los protagonistas son estatuas.

Puntuación: 2/10

Ficha artística y técnica

Francia y China. Título original: The Transporter Refueled. Dirección: Camille Delamarre. Interpretes: Ed Skrein (Frank Martin), Ray Stevenson (Frank Senior), Gabriella Wright (Gina), Loan Chabanol (Anna), Tatiana Pajkovic (Maria), Anatole Taubman (Stanislas Turgin). Guion: Luc Besson, Bill Collage y Adam Cooper; basado en los personajes creados por Luc Besson y Robert Mark Kamen. Producción: Luc Besson y Mark Gao. Música: Alexandre Azaria. Fotografía: Christophe Collette. Montaje: Julien Rey. Diseño de producción: Hugues Tissandier. Vestuario: Claire Lacaze.

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