Es difícil concebir que haya públicos interesados en Tracers más allá del adolescente, el conocedor del parkour o el fan de Taylor Lautner (La saga Crepúsculo: Amanecer – Parte 2). Incluso en cualquiera de esos tres grupos tendría que haber gente que saliera cabreada después de ver una película que por sí sola muestra algunos de los grandes problemas de la industria del entretenimiento. Porque sí, podemos pensar que esto no quería ser más que lo que es, una sencillísima historia de intriga y romance juvenil con el parkour como telón de fondo, pero es que hasta eso se puede decir de una forma más o menos atractiva. Y la de Tracers no es nada atractiva porque no se apoya en nada interesante.
La baza del parkour la agota bastante pronto. Durante la primera media hora, Daniel Benmayor (Paintball) gasta todas sus bazas. Planos de todo tipo para mostrar las excelencias del parkour y explotar el físico de sus jóvenes protagonistas, el encuentro casual entre los chicos protagonistas y las mínimas pinceladas de drama que se supone que tienen que capturar al espectador. Ahí se acabó el interés de la película, ya muy reducido de por sí, porque cuando ya se han puesto las cartas sobre la mesa es cuando los tópicos, que ya están más que presentes desde el inicio, empiezan a resultar incluso molestos y giran hacia el aburrimiento que supone tener claro todo lo que va a suceder y cómo va a hacerlo.
Probablemente, en Hollywood manejen estudios de mercado que dicen que eso está bien, que así se consigue del público no sólo que pague la entrada sino que entable una cierta conexión intelectual con la sencillísima historia que se les está contando. Si no existieran esos estudios de mercado, ¿cómo podríamos explicar que se hagan tantas y tantas películas que ahondan en los mismos errores? Si no se utilizan, ¿cómo es posible entender que la idea de Tracers la generen tres personas, que otro más escriba el guión y que existe un quinto nombre sin acreditar que, es de suponer, intentó salvar el desaguisado sin alma que de todos modos acabó siendo la película?
La clave está en el nombre de Taylor Lautner, uno de los actores salidos de Crepúsculo. Debe de ser que usar a un secundario de una saga juvenil de éxito sirve para vender unas pocas películas durante algunos años. Lautner parece que lo está consiguiendo con una suerte de películas de pósters clónicos en los que él se intuye como el único reclamo. Sus fans, entonces, pueden alcanzar esa satisfacción que Tracers no dará a nadie más. Y hay que decir sus fans, los del actor, los de su foto fija, porque en realidad no tiene personaje alguno con el que trabajar. Ni él, ni nadie en este filme. Todos son tópicos y planos, con tramposos atisbos de conexión emocional que no le importan ni a los guionistas ni al director de Tracers.
Saltos y carreras, eso es todo lo que ofrece la película. Un poco de parkour que seguro que habrá hecho las delicias de los chavales que interpretan los principales papeles porque habrán recibido un adiestramiento, al menos básico, para que después los especialistas se conviertan en lo único meritorio de un filme plano, anodino y que cuando quiere encontrar un thriller que contar cae en un estado entre el aburrimiento y lo completamente imposible. Más que olvidable.
Puntuación: 2 / 10