Ir a una sala de cine es ir a un lugar donde soy feliz. Es un sitio donde dejo todos mis problemas de lado y dejo que durante dos horas un desconocido me cuente una historia, me intente provocar algún sentimiento en su visionado y salga de la sala de cine con la sensación de haber visto algo realmente único. El cine de animación siempre me ha parecido un escape todavía más oportuno por la oportunidad que tiene de contar historias diferentes, historias que quizás en acción real serian inimaginables y que, por que no decirlo, son mi debilidad. Creo que desde que vi por primera vez El Rey León ha sido como una religión ver en pantalla grande cada uno de los grandes estrenos de animación del año (de las cuales tampoco hay tantos como me gustaría). La ultima cinta que me emocionó de verdad ha sido Soul, pero la saga que siempre llevo en el corazón es Cómo entrenar a tu dragón.
Por eso creo que me pilla más de sorpresa cuando me encuentro en la última fila de un cine llorando sin remedio al finalizar Robot Salvaje y enterarme que Chris Sanders, director de la saga de Hipo y Desdentao, está detrás de ella. Robot Salvaje es la vuelta al cine de animación original, al cine de animación más emocionante y que tiene un mensaje precioso. Un mensaje que cuando salgáis del cine querréis coger el teléfono y llamar a vuestra madre para decirle que la queréis. Porque Robot Salvaje es una carta de amor a las madres, al sacrificio que hacen todos los días para que tengamos lo mejor, al amor que nos demuestran día a día y que siempre estarán, aunque las cosas se tuerzan. Porque no hay amor más grande que el de una madre. Aunque la vida no te advierta, cuando ese momento llega, ellas harán todo lo posible porque tengamos lo mejor y seamos felices. Y Robot Salvaje consigue trasmitirlo a la perfección de una manera tan natural que, cuando te quieres dar cuenta, ha conseguido traspasar todos los sentimientos posibles y dejarte una huella imborrable. Y por eso nunca está de más decir un te quiero, mamá.
Pero es que Robot Salvaje va mucho más allá. Es una cinta donde también se hace hincapié en las diferencias, en las comunidades y en que todos estemos hermanados para hacer frente a todo lo malo que esté por llegar. También es una cinta de aprendizaje mutuo, donde todos aprendemos de los demás. Y es que la cinta está ambientada en un bosque donde todos los animales luchan por su supervivencia sin mirar por los demás, solo por ellos mismos, hasta la llegada de Roz, un robot que conseguirá que todos luchen por un mismo objetivo a la vez que descubrirá ese amor de madre que llega cuando menos te lo esperas. Chris Sanders es un maestro a la hora de mezclar los momentos más emocionales con el humor, de saber medir perfectamente los ritmos de la cinta, saber cuando ser más frio y cuando más cálido, y aquí lo demuestra otra vez. Y, como he dicho antes, con todo eso, el director consigue cogerte por sorpresa y zarandearte sin haberlo esperado por todos los sentimientos posibles. Por eso creo que hablar de más de Robot Salvaje es hacer que quien se quiera acercar a la cinta lo haga sin la ilusión de quienes si lo hicimos, aunque creo que lo mismo he hablado de más.
Por eso creo que está critica se tiene que quedar en eso, en un simple recordatorio de que el cine de animación es muy especial y que la gente tiene que darle la oportunidad que se merece, dejar de lado el prejuicio que es cine para niños y disfrutar. Y, ante todo, dejar constancia a todas esas madres que sin verlo ni comerlo han tenido que crecer más rápido de lo habitual para darle a sus hijos todo lo que ellas, quizás, no han llegado a tener. Ahora, coged vuestros teléfonos, marcar el numero de vuestra madre y simplemente decir un “te quiero, mamá” porque es el mensaje más importante que quizás quieren escuchar, y si conseguís con eso devolverle un poco por ciento de todo a vuestras madres, ellas siempre estarán agradecidas. Te quiero mucho, mamá.