No es nada fácil hacer una película en la que todos los personajes son unos bastados. Si encima hay que multiplicar el número de personajes por seis, la tarea se antoja complicadísima. Pues bien, Damián Szifron (El fondo del mar), en su tercer largometraje como director (y nada menos que nueve años después del anterior, Tiempo de valientes), consigue que todos sus malditos bastardos en Relatos salvajes sean divertidísimos, cínicos, representantes más que dignos de una comedia negra y políticamente incorrecta que no se ve demasiado a menudo en un cine, el actual, tan preocupado por las calificaciones por edades. Szifrón juguetea con los rincones más oscuros de la imaginación, la suya y la del espectador, para hacer de sus historias unos cuentos oscuros que tienen un punto de partida cotidiano.
Relatos salvajes es una antología de seis cortometrajes. Su rareza estriba en que este tipo de películas, las pocas veces que se hacen ya que parece un producto pasado de moda sin que en realidad haya motivo para ello, suelen ser una reunión de varios directores en torno a un tema más o menos común. Pero aquí es Szifrón quien dirige las seis historias y es él quien acomete un reto doble. Por un lado, los seis segmentos necesitan un enlace argumental o espiritual. Eso lo encuentra en la venganza como motor y en la mala leche como conductor, aunque es verdad que por momentos cuesta entender la película como una sola. La razón está en el segundo reto, y es que cada una de las historias necesita claves diferentes, argumentales y cinematográficas, y ahí Szifron hace un trabajo todavía mejor, minimizando la importancia de la unidad.
En realidad es que esa unidad queda en un segundo plano gracias a que el ritmo es endiablado y por eso el resultado es tan satisfactorio. Sí, todos los personajes principales acaban siendo malas personas, cada uno a su manera y la venganza es el motor de sus acciones, pero cualquiera de los relatos podría salir de la película sin que afectara a su unidad. Y es que la duración final, unos minutos por encima de dos horas, habría permitido que faltara una de ellas sin que su montaje comercial se hubiera resentido. Y como todo es tan cruelmente divertido en cada una de las seis historias, da la impresión de que Szifrón tenía más relatos de este estilo y lo que ha realizado es una formidable selección de lo que mejor podría funcionar. O no, pero lo que está claro es que Relatos salvajes funciona como un universo de ficción que se siente lejos de agotarse.
Toda la película es una gran gamberrada y ahí se genera el enorme disfrute que proporciona. Szifron busca límites personales, morales y psicológicos en sus seis historias y juega muy acertadamente con ellos a su antojo, hasta el punto de que esa complicación inicial, la de que casi todos los personajes (espléndido reparto, tanto en sus rostros más conocidos, los de Leonardo Sbaraglia (Luces rojas) o Ricardo Darín (Séptimo), como en el resto) son mala gente en el fondo y a veces también en la superficie, se convierte en su mejor baza, porque incluso las empatías en el marco de cada una de las historias son cambiantes. Lo importante es notar que todos estos Relatos salvajes son fantasías oscuras que parten de hartazgos muy cotidianos. Cualquier podríamos sufrir momentos de tensión como los que se ven en la película. Y por eso Szifron encuentra la empatía primero y la carcajada después. Los límites se rompen y el espectador disfruta. Justo lo que pretende la película.
Puntuación: 7 / 10
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