Rambo: Last Blood: Juanito contra el cartel de los Martínez

11 años después de su última aventura, regresa a la gran pantalla el mítico boina verde, curtido en Vietnam, Afganistán y Tailandia, y que responde al nombre de John Rambo. Rambo: Last Blood apunta a ser el capítulo final (si la taquilla no dictamina lo contrario) del mítico personaje que creó el novelista David Morrell hace casi un decalustro (1972). Rambo: Last Blood no es el mejor episodio de la saga pero al menos le da un ¿final? digno a otro de los personajes icónicos del cine de los años ochenta. Repite por quinta vez delante de la cámara Sylvester Stallone (Creed II: La leyenda de Rocky) y tras la cámara encontramos al resultón Adrian Grunberg (Vacaciones en el infierno).

Sylvester Stallone en Rambo: Last Blood

Sylvester Stallone en Rambo: Last Blood

Rambo sigue atormentado por su pasado violento y cuando la nieta de su asistenta del hogar es secuestrada por un cartel mejicano, este no duda en volver a la carga y hacer lo que mejor sabe: “matar, punto”. Indudablemente el argumento puede sonar un poco a chufla (que lo es) o a un nuevo capítulo de la saga Venganza (que también lo es), pero el personaje de Rambo ya está mayor para mandarle a un conflicto bélico en ciernes, y esta aventura (de estar por casa) es quizá la aventura más noble a la que se podía recurrir. El guión puede recordar a un capítulo de la mítica serie El equipo A, pero con mucha más violencia. El prólogo se acerca muchos más a Máximo riesgo que a la saga de Rambo, y es quizá el punto más flojo e incomprensible de toda la cinta (y eso que está plagada de despropósitos, pero estos son muy divertidos, atentos a los túneles que ha construido bajo su rancho). El guión vuelve a estar firmado por la estrella de la saga, quien también firmó en su día la historia de El protector (Homefront) con la que tiene muchos puntos en común.

Grunberg ha sabido sacar provecho de los 50 millones que ha costado la cinta (de los cuales Stallone se ha agenciado más de la mitad por su labor de actor, guionista y productor). Lo que más chirría es ver Fuerteventura convertido en un México desangelado en apenas cuatro calles. Grunberg se toma su tiempo y hasta pasados más de 30 minutos no nos deleita con ninguna muestra de violencia, eso sí, una vez que empieza es un no parar. Atentos a esa sacada de hueso, esa cabeza cortada y ese apoteósico final, que parece un guiño a la vida entre trincheras de John Rambo. Sin duda esos quince minutos finales valen el precio de la entrada. Los créditos finales recorriendo la saga a completo son muy nostálgicos pero aún así son muy plausibles.

Yvette Monreal en Rambo: Last Blood

Yvette Monreal en Rambo: Last Blood

Está claro que la estrella de la función ya está mayor para encarnar al personaje, a lo que hay que sumar que le han envejecido para recrear la edad del militar. Si también le añadimos que debido a tanto botox parece que le cuesta vocalizar, nos encontramos con un Rambo bastante entrañable pero algo maluco (recordemos que el personaje siempre ha sido parco en palabras, bastante soso y triste, y tras cinco cintas no lo van a cambiar). A Stallone le secundan los españoles Paz Vega (¡Ay, mi madre!), Sergio Peris-Mencheta (Como la vida misma) y Óscar Jaenada (El hombre que mató a Don Quijote). La primera como una periodista que está ahí para explicar un poco el conflicto y los otros dos como los hermanos Martínez, líderes del cartel al que el militar ha de enfrentarse. Apuntar la presencia de la guapísima Yvette Monreal como la nieta de su asistenta y origen de esta nueva aventura/conflicto.

En resumen, a excepción de la primera entrega (donde originalmente se suicidaba, pero cuando vieron el filón le dejaron vivir) la saga de este militar ha sido bastante mala. Entretenida pero mala, que es lo que ocurre con esta última entrega, que a pesar de sus defectos se la coge cariño, y sus arrebatos violentos se aplauden y vitorean. Quizá Rambo: Last Blood no termine de convencer a muchos, pero la cinta es entretenida, honrada, y no llega a durar 90 minutos.

Lo mejor: Sus 15 minutos finales.

Lo peor: La innecesaria secuencia inicial.

Puntuación: 5/10

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