Hay películas que nacen muertas y que tienen tantos culpables de su muerte que parece imposible reanimarlas. Es lo que le ha sucedido a Oldboy, el remake que Spike Lee (Plan oculto) ha dirigido de la película surcoreana de 2003, aquella obra de Park Chan-wook (Stoker), a su vez basada en la reconocida serie de manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi. Eso obliga a hacer una primera consideración. Esto de Spike Lee no es una adaptación de las viñetas, sino un remake en toda regla, que simplemente reinterpreta y retuerce algunos aspectos del filme anterior. En realidad, esa consideración es uno de los motivos por los que este nuevo Oldboy no puede ganarse el aprobado y del que lo primero que ha llegado han sido las noticias de su descalabro comercial.
Queriendo ser provocadora, acaba siendo una película mucho más blanda que la original, y lo que cambia no sirve más que para evidenciar el conservadurismo subyacente. Y puede ser que en el momento en que se descubren esos elementos puedan parecer algo más impactantes que en la cinta de 2003 (no, desde luego, en su tercio final), pero las enormes fisuras que hay en el guión, que sorprendentemente supedita la resolución a algo absolutamente casual, reducen bastante las posibilidades de convencer. Para añadir más elementos que obligan a dudar del resultado y quizá como causa de los mayores problemas del guión, Spike Lee realizó una película de 140 minutos y lo que nos llega es una versión de 105, para disgusto del director y del protagonista, Josh Brolin (Men in Black 3).
Si lo que se estrena es ya una versión mutilada, empieza a parecer una misión imposible valorarla positivamente. Aunque, también hay que decirlo, su valoración no depende tanto de su duración o de agujeros que se noten vacíos de contenido, sino de una gran indefinición formal y narrativa que echa por tierra algunos momentos buenos que sí contiene. Este Oldboy no cuenta con la baza de la originalidad, que ya se apuntó Park Chan-wook hace una década, y prescinde por completo de elementos presentes en el manga que podrían haber ayudado a hacer algo diferente, sobre todo la sutileza que hay en el juego que se desencadena entre el hombre secuestrado y el responsable de su secuestro.
El origen de las tres historias es el mismo: un hombre ha sido encerrado en una prisión privada sin que sepa por quién o por qué, y muchos años más tarde recupera la libertad y se ve inmerso en un perverso juego para averiguar las razones de su cautiverio. Precisamente en esos años encerrado y en lo que vive el protagonista antes de su secuestro es en lo que más énfasis pone Lee, dándole más de un tercio del filme a ese segmento del relato, aunque en realidad tampoco hay grandes añadidos a lo que ya ofrecía la primera versión cinematográfica. Eso es lo que hace que Oldboy sea uno más de esa enorme lista de remakes intrascendentes que pueblan las carteleras con tanta frecuencia.
Y es una pena, porque con un reparto que prometía muchísimo (Josh Brolin, Elizabeth Olsen, Sharlto Copley, Samuel L. Jackson…) la película se queda en poca cosa. Los esfuerzos de Brolin y Olsen (Luces rojas) se los lleva por delante el fallido malabarismo del guión. Él se enfrenta a alguna escena incongruente, con lo que ella sale más reforzada. Copley se entrega al exceso con mucho más descontrol que en Elysium y Samuel L. Jackson (Los vengadores) viene a ser la reminiscencia del cine que hace Spike Lee hace algunos años. De cualquier manera, ellos son lo más disfrutable del filme y, prescindiendo de toda coherencia con el resto de la película, en las violentas escenas de pelea que protagoniza Brolin. Y quizá en los elementos más turbios de la trama. Pero, claro, esos son del Old boy de 2003. Lo dicho, remake innecesario. Es mejor recuperar la cinta de Park Chan-wook.
Puntuación: 3 /10
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