Matrix Resurrections: De metaficción y autoconsciencia

Recuerdo el día que se lanzó el tráiler de Matrix Resurrections y no paré de decir que lanzar una cuarta entrega de Matrix no era una buena idea en 2021. Dije esto porque Matrix revolucionó el cine en 1999 con sus espectaculares efectos especiales y ser una cinta de ciencia ficción que se cuestionaba todo siempre con la filosofía y no ser un blockbuster al uso como bandera. Sus secuelas llevaron más allá todo esto, pero en otro ámbitos, Matrix Reloaded era filosofía pura y Matrix Revolutions era acción sin olvidar esas cuestiones que llevaron sembrando toda la saga. Por todo esto pensé que Matrix Resurrections era una mala idea, también porque pensaba que iba a ser un fan service de manual y no iba arriesgar en nada. Y cuanto me alegro de equivocarme. Lana Wachowski, que dirige sin su hemana Lilly, se cuestiona todo lo que hizo grande a la trilogía original, se cuestiona la nostalgia y como el medio audiovisual contemporáneo únicamente vive por y para esa nostalgia. Realiza un ejercicio de metalenguaje, metaficción y autoconsciencia que es difícil ver en un blockbuster actual. Matrix Resurrections es magnífica porque regala una cinta personal, una cinta que no sabe lo que es complacer al espectador y sirve como diálogo entre aquella Lana Wachowski de 1999 y Lana Wachowski de 2021 para ver cómo ha evolucionado todo.

Keanu Reeves en Matrix Resurrections

Keanu Reeves en Matrix Resurrections

Matrix Resurrections comienza exactamente igual que Matrix, la misma situación, los “mismos” personajes, pero con una conclusión diferente. Todo en ese inicio te recuerda a aquella Matrix, pero sientes que no es igual, parece que Lana quiere que el espectador indague en su subconsciente e intente unir las piezas que parece no encajar. Y es bueno pensar que ese inicio quiere decir que este viaje no va a ser como pensábamos que iba a ser, un viaje a la nostalgia y al fan service. Y cuando aparece Neo volvemos a recordar su inicio, delante de un ordenador programando. Aquí Matrix es un juego de ordenador, o eso es lo que quieren que creamos. Y es en estos minutos cuando Lana Wachowski se replantea el mundo actual. Se replantea como se vivió en 1999 el fenómeno Matrix, como todos quisieron ser Matrix y como nunca se ha conseguido alcanzar aquella maravilla. Lanza una crítica voraz a los estudios que alargan el chicle de algo a sabiendas del fracaso y es curioso que incluso se mencione a Warner Bros en esa crítica. Matrix Resurrections se cuestiona todo lo que se pueda cuestionar teniendo la trilogía original como referencia y aquí lanzando dardos a todos lados, todo ello sin satisfacer, seguramente, lo que el espectador quería ver.

Y eso es algo que Matrix siempre ha cumplido. Cuando Matrix se estrenó, Twitter y Facebook todavía no se habían creado. Cuando Matrix se estrenó fue un boom que tardó en encajar como película de culto, pues una cinta que tomaba el mito de la caverna, le dotaba de más filosofía y era un blockbuster nada convencional, aterrizó en una sociedad que parecía no cuestionarse tantas cosas como si lo hacían las hermanas Wachowski. Hoy en día las redes sociales pulverizan cualquier cosa, todo corre peligro, y muchas cosas parecen coger lo que los fans quieren ver en algo que se puede estrenar. Solo hay que recordar que Star Wars: Episodio IX: El ascenso de Skywalker cogió de Twitter ideas para llevarlas a la pantalla, satisfacer a los fans y arruinar todo lo que quiso cambiar y cuestionarse Ryan Johnson con la saga. Matrix Resurrections no hace nada de eso y da, como he dicho antes, un blockbuster magnífico que quiere comparar el mundo que teníamos entonces con el actual. Y todo ello con un tema importante encima de la mesa que ha sido el motor de la saga siempre: el amor. Y es que Matrix, entre efectos especiales y dilemas filosóficos, siempre ha sido una historia de amor entre Neo y Trinity. Siempre ha sido este amor el que ha movido a los personajes, el que ha hecho que evolucionen y por el que el mundo al final se salvará. Al final de Matrix Revolutions pasamos del mito de la caverna a Romeo y Julieta son ese final donde el sacrificio lleva a ganar una batalla por la libertad de Zion.

Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss en Matrix Resurrections

Keanu Reeves y Carrie-Anne Moss en Matrix Resurrections

Pero Matrix Resurretions tiene un problema en la acción. Cuando más atrapa la cinta es en sus diálogos, en sus cuestiones, en su crítica y como representa al mundo actual. Pero parece que si no tiene acción no estamos ante una cinta de Matrix y esa acción es la que hace que, en alguna ocasión, se pierda parte del interés. Es una trama que no despierta demasiado interés salvo cuando hablan, cuando dialogan y cuando se cuestionan todo. Su parte final es un espectáculo increíble con acción, tiroteos y movimientos imposibles, pero rompe por completo con la propuesta inicial de la cinta. Y es en esas partes donde Matrix Resurrections pisa el freno para luego acelerar, pero que a lo mejor le cuesta volver a la velocidad que llevaba desde un inicio. Pero todo se solventa también con un Keanu Reeves y una Carrie-Anne Moss que saben perfectamente donde están, que es lo que quiere Lana Wachowski de ellos, que sean como los mismos personajes, pero cambiados, que también duden de ellos mismos. Y también se puede perdonar los errores porque Matrix Resurrections, como he ido diciendo toda la critica es lo contrario a lo que cabía esperar.

Matrix Resurrections es una cinta magnífica, una cinta que gana entero cuando se dialoga, cuando se pone todo en duda, cuando se realiza crítica y cuando no busca ser un espectáculo de explosiones. Es una cinta que ha conseguido taparme mis críticas porque si que ha realizado una pequeña revolución en el cine que ha sido la de ser un blockbuster personal, lejos de lo que los fans podrían querer y que cuestiona el mundo actual. Una cinta que será recordada por mucho tiempo.

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