El thriller político siempre ha sido una de mis debilidades, y eso que a mi la política pues me interesa más bien poco. Pero no sé, ese cine donde todo está enturbiado, todo el mundo corre peligro y los secretos que se van sacando a la luz a medida que avanza la historia, no sé, tienen algo que siempre llama mi atención. Matar al mensajero es la última muestra de cine y cumple con creces todas las expectativas que había levantado. Y es que uno de los puntos fuertes de la cinta es que no juega a ser espectacular sólo se limita a contar la historia de una forma clásica, consiguiendo en todo momento que estemos en tensión por lo que le pueda pasar al protagonista.
Matar al mensajero cuenta la historia real de un periodista que intenta (y consigue) demostrar que la CIA se abastecía de armas y dinero gracias a lo que sacaba del tráfico de drogas en los barrios más marginales del país. Y hasta aquí se puede leer, pues todo lo que concierne al desarrollo de los acontecimientos es mejor que lo descubra poco a poco el espectador. Y es que la película tiene todo bien delimitado, tanto en actos como en tramas. Los tres actos esenciales están y su delimitación también (investigación, conseguir el objetivo, desenlace) y todo ello a una velocidad de crucero. No es una velocidad de que vayamos a ver una película de acción sin cuartel. No. Es una película de ritmo pausado en mucho tramos pero que gracias a ello entras de lleno en la acción y no puedes perder la vista de la pantalla.
Todo lo que sucede en ella, desde personaje hasta situaciones, por pequeñas que pueden parecer tienen un significado. No vemos algo porque se le haya puesto entre ceja y ceja al director. No. todo lo que vemos tiene su aquel en una escena futura que explica el porque de aquella. Y eso es algo de agradecer, ya que muchas veces muchas películas meten escenas de relleno que no vienen a cuento. Pero por suerte Michael Cuesta (Roadie) se encuentra tras las cámaras. Este director, un nombre de prestigio en el mundo de la televisión, ha llevado esa visión a la película. Cuesta se ha especializado en este tipo de thriller gracias a Homeland. Su dirección no tiene virguerías, únicamente se limita a mostrarnos con todo detalle la acción. No es una película de hacer cosas de otro mundo. Además, también se permite una pequeña crítica a todos los medios de comunicación que por miedo a no contar una historia arriesgada se quedan sin hacer nada.
Y si a todo ello le unimos la vuelta del mejor Jeremy Renner (La gran estafa americana), el cóctel ya es explosivo. Jeremy Renner estaba llamado a ser una de las grandes estrellas del cine americano. Cierto es que comenzó muy fuerte con dos nominaciones al Oscar por En tierra hostil y The town, pero rápidamente empezó a desaparecer del panorama de las grandes películas hasta que Marvel llamó a su puerta para darle el papel de Ojo de Halcón. Renner está soberbio en Matar al mensajero. Lleva todo el peso de la cinta y no le pesa para nada. Se siente cómodo y eso se lo deja ver al espectador. Quizás está volviendo ese actor que deslumbró en En tierra hostil. Junto a él se encuentran Mary Elisabeth Winstead (Abraham Lincoln: Cazador de vampiros), Ray Liotta (Mátalos suavemente) u Oliver Platt (#Chef). También se deja caer por ahí Paz Vega (Grace de Mónaco) que deja una barbaridad de estereotipos y un escote de aupa.
Matar al mensajero es una buena película. Es un thriller como los de antes lleno de tensión y con un actor principal en estado de gracia. Es una de esas cintas que luchan contra las grandes producciones de Hollywood. Y que más se le puede pedir. Es entretenida y te mantendrá pegado a la butaca.
Lo mejor: Jeremy Renner y toda la historia. Que está contada excepcionalmente.
Lo peor: Quizás haya cosas que la gente quiere que se expliquen algo mejor de lo que están explicadas.
Puntuación: 7/10
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