Una de las carismáticas frases que dejó Parque Jurásico, que aunque a algunos nos parezca mentira se estrenó en 1993, era “la vida se abre camino”. No sin cierta ironía se puede recuperar ahora dicha frase para hablar de Jurassic World, la cuarta entrega de la saga. Se puede recurrir a esa frase porque parecía una de esas películas malditas que nunca se iban a hacer, pero también por la forma en la que se ha acabado haciendo. Olvidemos por completo la sensación que generó Parque Jurásico a quienes la vimos en el cine. Jurassic World ya no puede aspirar a lograr lo mismo. Independientemente de su calidad, es imposible. Antes del filme de Steven Spielberg (Lincoln) no había dinosaurios reales en la gran pantalla. Ahora, los efectos digitales hacen de estos logros el pan nuestro de cada día, por lo que lo imposible deja paso a lo aceptable. Y más que aceptable, a lo entretenido. Jurassic World es una secuela que casi parece más bien un remake que cumple con lo que promete. Y no es poco.
Desde luego, quienes esperen una reinvención del blockbuster en general o de la franquicia jurásica en particular se pueden llevar una descomunal decepción. A pesar de la impresionante maquinaria publicitaria que se ha dispuesto a su alrededor, ni lo es ni en realidad quiere serlo. Pero funciona bastante bien desde el principio porque la película, sus guionistas y su director, Colin Trevorrow (Seguridad no garantizada), entienden que tenían que ser respetuosos con el arranque de la serie y agrandar su escala, aunque eso no siempre lo haga con acierto. ¿Eso qué quiere decir? En lo segundo, que hay más gente, más dinosaurios, más grandes, más espacios, más persecuciones, más de todo. ¿Y en lo primero? Dinosaurios en acción. Quien compre una entrada de Jurassic World querrá ver dinosaurios en acción. Parece un deseo sencillo de complacer, pero el escaso resultado de la tercera película (por no hablar de objetivos parecidos peor satisfechos como en Godzilla (2014)) ya demostró que no es tan sencillo.
Además, la guía de Spielberg es bastante obvia y Trevorrow intenta seguirla con cierto criterio y hay momentos que incluso parecen calcados del primer filme, sobrepasando con creces la frontera del homenaje, algo muy, muy presente en la película (y que deja momentos muy divertidos como el de la camiseta de uno de los personajes de la sala de control). La tecnología digital le permite después artificios algo más aparatosos, e incluso hay una escena vital en la que peca de alguna exhibición de músculo informático que ya provocó algunas críticas a George Lucas cuando digitalizó su mundo de Star Wars en La amenaza fantasma. Sólo en el clímax, en su resolución, se nota un uso demasiado cómodo de los efectos visuales, porque a lo largo del filme incluso deja planos muy imaginativos, de esos que ayudan a que cada persecución sea tan intensa y entretenida como tiene que ser.
Como suele suceder en este tipo de películas, los puntos más flacos están en el guión y, especialmente, en los personajes. Viendo el carisma que desprenden Chris Pratt (Guardianes de la galaxia) (¡que le den ya el látigo y el sombrero de Indiana Jones!) y Bryce Dallas Howard (Criadas y señoras), es una pena que no haya algo más a su alrededor que esté a la altura. Y no por los nombres, sino por la falta de originalidad. Repetir la presencia de los niños, y además sin desarrollar algunos de los puntos que se plantean, insistir en las cuestiones familiares como motor del filme o incluso buscar villanos que no parecían del todo necesarios y que de nuevo recuerdan demasiado a lo visto en esta misma saga hace que, con el paso de los minutos, se pierda interés en todo el fondo y todas las apuestas sean para los mismos dinosaurios. Más grandes, más fieros… y probablemente demasiado inteligentes sin una justificación del todo coherente.
En realidad, todos estos detalles que hablan de lo menos logrado del filme se diluyen si se acepta lo que se propone Jurassic World. Y eso pasa por mostrar un lujoso divertimento que glorifica sin vergüenza la figura del dinosaurio como clave en el entretenimiento de públicos de todas las edades y que tiene claro que Hollywood siempre quiere algo más grande cuando recupera un título clásico de entre sus éxitos veraniegos. Pero si lo que se busca es ver un parque temático sumido en el caos por el ataque de un dinosaurio más grande y sanguinario que nunca, con un acierto visual bastante considerable, un par de protagonistas muy atractivos y una banda sonora que confirma que Michael Giacchino (Tomorrowland: El mundo del mañana) está opositando con mucho acierto para convertirse en el heredero de John Williams (aunque abuse de los temas originales de aquel en el primer tercio del filme), el éxito parece casi garantizado. Sin complejos, es muy entretenida. Pero teniendo muy claro que el efecto de Parque Jurásico es ya imposible de replicar.
Puntuación: 6/10