Jimmy P.: Psicoanálisis intrascendente

Hay algo extraño en Jimmy P., una película que sigue el tratamiento que sigue en un pabellón psiquiátrico un hombre que lo está pasando francamente mal, un indio norteamericano, veterano de guerra, que sufre dolores de cabeza, ceguera momentánea y otros males aparejados sin que se aprecie causa física ninguna y con varios médicos pensando que están ante un caso de esquizofrenia. Extraño porque esa situación tendría que provocar una inmediata empatía por parte del espectador y no lo consigue, cayendo por momentos en un aburrimiento que seguro que el director Arnaud Despechin (Reyes y reina) no se planteaba cuando escogió para su último filme una historia que pretendía bucear en un caso pionero del psicoanálisis.

Benicio Del Toro en Jimmy P.

Benicio Del Toro en Jimmy P.

¿Por qué llega a aburrir la película? Para empezar porque es muy larga. No en términos absolutos, puesto que le faltan tres minutos para llegar a las dos horas, nada exagerado para los metrajes que se ven actualmente, pero sí porque hay demasiadas escenas que no aportan demasiado al conjunto, porque algunos personajes no adquieren el peso necesario para justificarlas y porque Despechin no cierra adecuadamente algunas de esas secuencias. Y quizá ese aburrimiento acaba resultando más dañino porque hay instantes en los que la película sí es absorbente e interesante. El tema y los personajes, tanto el paciente como el especialista que le trata con la palabra, son llamativos.

Y los actores que les dan vida ofrecen trabajos suficientemente notables como para que, por momentos, se produzca esa fascinación. Benicio del Toro (Salvajes) aporta una sensibilidad callada bastante cautivadora. Mathieu Amalric (Cosmópolis), un destacable entusiasmo científico y personal. Y entre ambos se establece esa necesaria química cuando una película se asienta con tanta fuerza en las escenas que comparten dos actores. Pero quizá, incluso siendo un filme que se antoja demasiado largo para lo que está ofreciendo, también se puede decir que le faltan demasiadas cosas. Le falta sobre todo dar la sensación de que lo que estamos viendo es, además de una historia real, una trascendente.

Mathieu Amalric en Jimmy P.

Mathieu Amalric en Jimmy P.

Nuevamente entra en juego la extrañeza que a veces deja el filme. Y es que esa falta de trascendencia que se intuye durante buena parte del metraje va por el camino opuesto a la ambición que tiene la película. La tiene por su propia temática, pero también por la forma en la que rueda Despechin, alejándose de una narración lineal, introduciendo flashbacks en los que coloca a sus personajes en sus formas contemporáneas, rompiendo la barrera de la pantalla para dar vida a las cartas que aparecen escritas y con las escenas oníricas (los sueños del paciente que interpreta Del Toro) que ayudan a afianzar el filme en el terreno del psicoanálisis.

Pero no hay un conjunto sólido que permita defender con firmeza la película. Hay momentos puntuales que rozan el sobresaliente, instantes de mucha fuerza dramática, infinidad de recovecos que podrían haber formado algo grande y un reparto acertado e incluso brillante. Pero incluso siguiendo una línea previsible en el relato es difícil considerarlo como un filme bien construido. Jimmy P. tiene destellos, pero le falta fuerza. Tiene un espléndido punto de partida, incluso un buen prólogo que alienta la curiosidad del espectador, pero después continúa con demasiados altibajos. No es que, en su ambición, exija demasiado del espectador. Es que no llega a ofrecer tanto como le habría gustado.

Puntuación: 5 / 10

Ficha artística y técnica

Francia. Dirección: Arnaud Desplechin. Interpretes: Benicio Del Toro (Jimmy Picard), Mathieu Amalric (Georges Devereaux), Gina McKee (Madeleine), Larry Pine (Dr. Karl), Joseph Cross (Dr. Holt), Gary Farmer (Jack), Michelle Thrush (Gayle), Misty Upham (Jane), Jennifer Podemski (Doll). Guion: Arnaud Desplechin, Kent Jones y Julie Peyr; basado en el libro “Realidad y sueño”, de Georges Devereaux. Producción: Pascal Caucheteux y Jennifer Roth. Música: Howard Shore. Fotografía: Stéphane Fontaine. Montaje: Laurence Briaud. Diseño de producción: Dina Goldman. Vestuario: David C. Robinson.

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