En 2012 el departamento de animación de Sony Pitures estrenó un refrescante entretenimiento familiar que reunía, en clave cómica, a toda la troupe de los monstruos clásicos del cine y la literatura: Drácula, Frankenstein, la Momia, el Mombre Invisible, el Hombre Lobo, etc. Una disfrutable propuesta familiar ideada por Genndy Tartakovsky, uno de los autores más prolíficos de la animación de los 90 (Las supernenas, El laboratorio de Dexter). El éxito del filme fue tan sorprendente que tres años después una secuela regresaba al universo de estos caricaturescos personajes, aunque con mucha menos gracia y mostrando síntomas de agotamiento. Este verano, Hotel Transilvania 3: Unas vacaciones monstruosas pone de relieve que la saga no da para más y que el estudio de animación debería arriesgar con nuevas historias.
Esta saga repite su estructura en las tres películas: en la primera entrega era Drácula quien debía aceptar los nuevos cambios de hermandad entre hombres y monstruos ante el enamoramiento de su hija con un joven mortal; en la segunda entrega fue el abuelo Drácula al enterarse que su nieta había sido madre con el humano; y, finalmente, en esta nueva entrega son los Van Helsing, la archienemiga familia de los vampiros que, mientras diseñan su enésimo plan maestro para derrotarles, también sufrirán el mal de amores y aprenderán esa lección de vida que es el compañerismo y la mejora de calidad de vida al enterrar viejas rencillas. Precisamente, la fuerza de Hotel Transilvania 3 debería radicar en la inclusión de Ericka y el bisabuelo an Helsing, pero ambas novedades son flojas incorporaciones al notable diseño de personajes que caracterizó el primer filme de la trilogía.
La mayoría de gags son reciclados de las dos aventuras anteriores (la manada de los Hombres Lobo, la incapacidad de Drácula con lo moderno, el matrimonio Frankenstein, las travesuras del hijo de los protagonistas…) y salvo un par de ellos, la carencia de efectividad cómica, unido a la simpleza y reiteración de la trama principal, propician que la película sea tan aburrida como rutinaria. El cine de animación de estudio de Hollywood con vocación familiar quizás no tenga más ambiciones, pero realmente con las grandes obras que ofrece la técnica tanto dentro como fuera de la industria indica mucha desidia por parte de sus responsables. Hotel Transilvania 3: Unas vacaciones monstruosas puede tener su función en la chavalería menor de 9 años, pero ni el resto del público ni los amantes de la animación podrán disfrutar demasiado con ella.
El mejor momento del filme es el espíritu lúdico de su tercio final, todo desarrollado desde la previsibilidad, pero con algún acierto como esa lucha musical en la que la música DJ se convierte en los hilos de la marioneta maligna (el cracker) y es vencida por las pegadizas canciones del verano: la inagotable Macarena. Lo antiguo y festivo gana a lo moderno y terrorífico. Tartakovsky ama la animación de los 60 y 70, es de sobras conocido, pero quizás su amor por el medio debería plasmarse en nuevos personajes e historias a partir de ahora. Es momento de cerrar el Hotel Transilvania.