El referente de Grand Piano es evidente: Buried (Enterrado). Se usa el título hasta en los carteles de esta nueva cinta de Eugenio Mira (Agnosia). Pero, atención, no es una copia. No es trasladar la pesadilla de Ryan Reynolds (R.I.P.D. Departamento de Policía Mortal) dentro de un ataúd a la de Elijah Wood (El Hobbit: Un viaje inesperado) en una sala de conciertos, por mucho de que el paralelismo sea más que palpable. Pero en ambos casos estamos ante una película de un director español (en aquella ocasión Rodrigo Cortés (Luces rojas), que aquí ejerce de productor) rodada en inglés con el protagonismo casi absoluto de una estrella americana, de 90 minutos de duración y la intriga como arma. Comparaciones al margen, Grand Piano es una gran película de suspense. Imperfecta en algunos detalles, pero grande y sorprendente.
Empecemos por esas imperfecciones para que su alcance se vea claramente delimitado. Para empezar y sin desvelar absolutamente nada del argumento, es evidente que el espectador tiene que hacer concesiones a la historia, porque de lo contrario se puede desmoronar con cierta facilidad. Para continuar, al guión le falta sutileza para introducir las pistas que conducen a la resolución del enigma, porque a veces es imposible no deducir, o al menos sospechar, qué papel jugarán en escenas posteriores personajes, objetos y situaciones planteadas en un momento dado. Y para finalizar, el clímax final de la película, aún siendo lógico y estar bien explicado, es menos sorprendente y más convencional. El clímax, que no el epílogo.
Estos tres aspectos, menos trascendentes de lo que pudiera parecer una vez que el espectador se ha metido de lleno en el juego de la película, son detalles que no arruinan en absoluto el enorme entretenimiento que ofrece Grand Piano. Mira consigue dos objetivos fundamentales para que la película salga triunfante de la tarea de hacer disfrutar. El primero, generar una tensión excepcional durante casi toda la película, a un nivel que mantiene siempre al espectador en vilo, esperando cómo va a seguir adelante la historia dentro de un ritmo espléndido. El segundo, crear una composición cinematográfica brillante, tanto a nivel visual con unos planos hermosos y muy estudiados como a nivel auditivo con una banda sonora contundente, de la que forman parte composiciones imposibles que ponen en valor la base musical de la trama.
Grand Piano llega a rozar la perfección en algunos momentos, entiende los códigos del género y los maneja a su antojo, con sus desahogos cómicos, el modélico uso del escenario y un gran casting, encabezado por un Elijah Wood muy carismático y completado por la actuación de un John Cusack (El mayordomo) que prácticamente obliga a ver la película en versión original para captar toda la magnitud de su interpretación. Ese es uno de los muchos detalles en los que es mejor no profundizar en estas líneas, porque si el misterio es la base de la película ¿por qué romperlo en críticas o sinopsis? Con saber que hay un pianista, un piano, un escenario y un misterio es más que suficiente para disponerse a disfrutar.
De esta forma y como homenaje al rey del género en el que se mueve tan a gusto Mira, no es nada exagerado decir que desde El hombre que sabía demasiado de Alfred Hitchcock no muchos directores han sabido generar la tensión que hay en Grand Piano en torno a una nota musical. Quizá la frase contenga un cierto sacrilegio, pero la referencia es directa. Hitchcock manejaba al público a su antojo por el misterio hasta sorprenderle con un final apabullante. Puede que a Grand Piano le falte ese final brillante, pero logra fascinar durante un porcentaje muy elevado de sus perfectamente ajustados 90 minutos como para no reconocer su sobresaliente resultado.
Puntuación: 8 / 10
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