El cine es cine y el teatro es teatro. Combinar ambos artes, en general, suele funcionar cuando es un musical (Los miserables) pero cuando es un drama (Agosto) suelen generar opiniones diversas. Esto mismo ocurre con Fences, la nueva cinta de Denzel Washington (Los siete magníficos) como director y protagonista, que llega avalada por una gran cantidad de críticas positivas y premios, pero que realmente es un ladrillo de “padre muy señor mío” de casi 2 horas 20 de duración. Ni la impecable actuación de Viola Davis (Escuadrón suicida) consigue que tras pasados escasos minutos de proyección, gran parte del respetable pierda la atención y se distraiga con su móvil o contado los altavoces laterales de la sala.
Basada en la obra de teatro homónima de August Wilson (quien también firma el guión de la película), Fences cuenta la historia de basurero de color que trata de sacar a su familia adelante en los años 50. El tipo está de vuelta de todo y cree que hace las cosas bien, pero su hijo tiene otra opinión. Por lo que se puede ver en pantalla debe ser el texto íntegro de la obra de teatro que ganó dos veces el premio Tony (el equivalente al Oscar cinematográfico dentro del mundo del teatro). El texto se hace denso y aburrido. Que tenga mil referencia al mundo del beisbol (deporte que en nuestro país apenas conocemos) hace que le prestemos aún menos atención. Y que en algunos momentos tengamos la sensación de que nos están contando la historia más grande jamás contada, tampoco ayuda.
Tampoco ayuda que Denzel como director se haya tomado al pie de la letra la adaptación de la obra. Más del cincuenta por ciento de la cinta se narra en el patio, y la planificación no puede ser más monótona y aburrida. Fences hace referencia a la valla que está construyendo el protagonista en su patio. Un patio por el que pasan todos (o casi todos) los personajes de la obra. Si es una adaptación se pueden tomar ciertas licencias, aunque quizá el presupuesto se fue todo en actores y no había dólares para mostrar más localizaciones.
La obra de teatro Fences arrasó en 1985, pero el 2010 tuvo un “revival” (donde consiguió su segundo Tony) que estuvo protagonizado por varios miembros del casting que forman la cinta. De ahí que Washington y Davis tenga tan estupendamente cogidos los personajes. El primero vuelve a demostrar que uno de los actores más grandes de su generación, pero que con su discurso termina por aburrir. Viola tiene asegurado el premio Oscar a mejor actriz de reparto, ¡cómo llora esta mujer!, es increíble.
En resumen, Fences entre en ese grupo de obras de teatro impecablemente adaptadas pero que son tan modélicas y tan perfectas que terminan aburriendo al personal. La secuencias son las largas y los diálogos interminables, y esto para muchos puede ser un gran lastre y “material” para una buena siesta.
Lo mejor: La interpretaciones de todo el reparto, pero Viola por encima de todos.
Lo peor: Es demasiado teatral, lo que se traduce en un aburrimiento de primer orden para el público más palomitero.
Puntuación: 4/10