Estado eléctrico: Mucho dinero, poca alma

Llevar una adaptación de la obra de Simon Stålenhag es una misión, cuanto menos, interesante. La obra de Stålenhag no es texto como tal, que, sí que tiene alguna anotación para poder seguir su narrativa, pero lo principal, lo que más importa dentro de todo son sus dibujos. Sus libros no son comics ni son novelas gráficas son, únicamente, libros ilustrados que consiguen emocionar por su visión del mundo y la forma tan especial de narrar todo lo que quiere contar. Hace unos años ya tuvimos la primera adaptación de su obra con Tales from the loop, que se puede ver en Amazon Prime Video, una serie de capítulos que, con mayor o menor acierto, conseguían capturar la esencia de la obra de Simon Stålenhag. Porque lo principal de la obra del artista sueco es la emoción que le mete a sus obras. Estado eléctrico es la nueva adaptación de la obra de Stålenhag que ha llevado a cabo Netflix, con los hermanos Russo al mando, y que intenta dar otro sentido al emocionante libro del sueco, pero en el mal sentido. La cinta de Netflix coge el nombre, y algunas cosas más, para inventarse una historia de comedia y acción donde el corazón que tenía la obra desaparece por completo a favor de un espectáculo más vacío y sin alma. Los 320 millones de dólares, la friolera cantidad que ha costado la cinta, únicamente se nota en unos efectos especiales resultones, pero todo es tan mecánico, tan algorítmico que aburre y nunca consigue emocionar.

Millie Bobby Brown en Estado eléctrico

Millie Bobby Brown en Estado eléctrico

Y es que, por mucho que sea una adaptación y los medios sean completamente diferentes, creo que es importante que dentro de la propia cinta se pueda intuir, aunque sea un poco, el alma que hacía grande a la obra que se está adaptando. Sé que es difícil conseguirlo, pues la obra de Stålenhag coloca sus cuadros y son los demás los que tiene que conseguir darle un sentido narrativo al resto, pero Christopher Markus y Stephen McFeely, guionistas de la cinta, mantienen la idea de un futuro donde los seres humanos olvidan por completo el contacto humano para vivir conectados a unos cascos de realidad virtual, algo parecido a lo que hacia Wall-E, y un mundo donde los robots han sido desterrados por revelarse contra los humanos. Con una premisa así, podría haber conseguido una cinta interesante sobre el uso de la robótica, las IA y muchas cosas más, pero estamos en Netflix y han preferido convertir la cinta en una buddy movie de humor, acción y, si eso, algo de emoción. Y es que la historia que se nos cuenta en Estado eléctrico es la de una chica que viaja junto a un robot que contiene el alma de su hermano y encontrar las respuestas de porque eso es así. A esto se le une un contrabandista, junto con su robot, que quiere la libertad y la vuelta de los robots. Se olvida por completo de una premisa que podría haber sido interesante, como he dicho, para hacer caso al algoritmo y dar al espectador una obra que quiere ser espectacular en las imágenes y pobre en el guion. Y lo consigue porque es lo que da.

Y es que Estado eléctrico entra por los ojos, pues hace notar parte de sus 320 millones de dólares en los diseños de los robots y en algunos paisajes espectaculares, pero en el guion no se han dejado gran parte del presupuesto, que ha ido a parar para poder pagar a los hermanos Russo, Chris Pratt y Millie Bobby Brown. No consigue en ningún momento emocionar con el viaje emocional que supone atravesar el país del personaje de Bobby Brown para descubrir que ha ocurrido con su hermano y porque está todo dentro de un robot y es una trama que, sinceramente, debería mover la cinta y, en cambio, no consiguen nunca conectar con ella. Los hermanos Russo están más pendientes de darle al espectador grandes secuencias de acción, unas interacciones entre los robots potente que de crear una emoción. Y es que, además, la dirección de los hermanos Russo tampoco convence del todo. Es una dirección bastante plana, caótica y que no consigue trasmitir más allá de las imágenes. Las escenas de acción son genéricas a mas no poder. Y las interpretaciones de Millie Bobby Brown y Chris Pratt tampoco son nada del otro mundo. La primera está constantemente intentando ser intensa para que empaticemos con ella y su búsqueda, pero lejos de eso, lo único que consigue es rozar, en muchos momentos, la sobreactuación. Chris Pratt es el alivio cómico de la cinta, como en la mayoría de los trabajos en los que aparece, pero parece que aquí está más desfasado que nunca y no convence nada.

Millie Bobby Brown y Chris Pratt en Estado eléctrico

Millie Bobby Brown y Chris Pratt en Estado eléctrico

En resumen, la adaptación de Estado eléctrico por parte de Netflix, dirigida por los hermanos Russo, falla en capturar el alma de la obra original de Simon Stålenhag. Aunque la película impresiona con sus efectos visuales y el alto presupuesto de 320 millones de dólares, carece de emoción y profundidad narrativa. La historia de una chica y un robot que contiene el alma de su hermano se convierte en una comedia de acción superficial, dejando de lado temas interesantes sobre la robótica y la IA. Las actuaciones de Millie Bobby Brown y Chris Pratt no logran destacar, y la dirección resulta plana y caótica. En definitiva, Estado eléctrico es un espectáculo vacío que prioriza las imágenes sobre los sentimientos.

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