Mario Casas ofrece una interpretación destacada en el papel de N., un personaje roto, cargado de angustia interna. Su actuación transmite a la perfección el peso de la desesperanza y la fatiga emocional de alguien que ha perdido la voluntad de seguir tomando decisiones. La evolución de su actuación, desde la resignación hasta el desafío, es el eje que impulsa el relato. El elenco secundario, particularmente la hermana de N. (Anna Castillo), también complementa con fuerza la narrativa, pero es Casas quien realmente ancla la película. Rodrigo Cortés imprime un ritmo pausado pero constante, que refleja la angustia de N. y su caída hacia la autodestrucción. Aunque algunos espectadores podrían encontrar momentos algo lentos, este ritmo sirve para intensificar el conflicto interno del protagonista, permitiendo que los silencios y pausas hablen tanto como los diálogos. La tensión crece de forma gradual, casi asfixiante, hasta llegar a un clímax que sorprende y descoloca.
La trama explora temas profundos de la naturaleza humana: la desesperación, el deseo de control sobre la propia vida y la incapacidad de escapar de uno mismo. N. desea el encarcelamiento no como castigo, sino como una forma de renunciar a la libertad de elección. La tensión entre su deseo de rendirse y los intentos de su entorno de salvarlo crea un conflicto fascinante que invita al espectador a reflexionar sobre el libre albedrío y las consecuencias del aislamiento emocional. Aunque Escape es principalmente un drama oscuro, Rodrigo Cortés introduce momentos de humor irónico que alivian la densidad emocional. Estos momentos, sutiles y a menudo en diálogos secos entre N. y su terapeuta o su hermana, sirven para ofrecer un respiro entre las tensiones, sin romper el tono general de la película.
La película destaca por su atmósfera opresiva. Las localizaciones, principalmente espacios cerrados y fríos, como oficinas o la misma cárcel, reflejan la prisión mental en la que se encuentra N. Cada encuadre está pensado para transmitir esa sensación de atrapamiento, reforzando la idea de que la verdadera cárcel no es un espacio físico, sino su propia mente. La película está construida de manera sólida, tanto en términos de narrativa como de estilo visual. Cortés maneja bien el tempo y utiliza la cámara de manera calculada, sin excesos, con un enfoque que privilegia los primeros planos y encuadres cerrados, resaltando la soledad de N. y el peso de sus decisiones. La edición es ajustada y logra mantener la tensión a lo largo del metraje.
En resumen, Escape es una reflexión poderosa sobre la condición humana y la búsqueda de sentido en medio de la desesperación. El mensaje parece ser que la verdadera cárcel no es un lugar físico, sino la incapacidad de aceptar la libertad que conlleva el vivir. Cortés propone una visión cruda y filosófica sobre la fragilidad del ser humano y su relación con las decisiones que enfrenta. No hay soluciones fáciles ni redenciones milagrosas; el final deja al espectador con más preguntas que respuestas, lo que refleja la complejidad del tema abordado. Escape es un drama emocionalmente denso, sostenido por la potente interpretación de Mario Casas y la meticulosa dirección de Rodrigo Cortés. Una película que desafía al espectador a confrontar sus propios miedos y limitaciones.