Pocas veces una historia tan pequeña como la de El olivo se convierte en algo tan grande. No solo por un guion que atrapa y gusta, sino también por el buen hacer de todos sus implicados. El olivo ya se ha convertido en una de la imprescindibles de este año. Es bonita, es sincera, tiene trasfondo, y llega a emocionar. La directora Icíar Bollaín (Katmandú, un espejo en el cielo) se vuelve aliar con el guionista Paul Laverty (Jimmy’s Hall) para presentarnos un historia inmortal sobre las raíces familiares, anclada en un viaje con mucha aventura de por medio. La televisiva Anna Castillo (Promoción fantasma) brilla con luz propia al frente de un reparto maravilloso que incluye al imprescindible Javier Gutiérrez (Truman) y al debutante en el mundo del largometraje Pep Ambròs.
Alma (Castillo) es una chica entregada al campo y en sus ratos libres a la fiesta. Mediante flashbacks descubrimos como su abuelo la ha criado, frente a una familia más preocupada por el dinero que por cualquier otra cosa. El abuelo la ha inculcado valores y pasión por la tierra, y en especial por un olivo. Con el tiempo, el olivo es vendido y el abuelo ya no es el mismo. Cuando el abuelo cae enfermo, Alma decide aventurarse a recuperar el olivo. Esta es la premisa de una cinta que se mueve a medio camino entre una road movie y una dramamedia (mezcla de drama y comedia) muy actual. Es verdad que el arranque de la cinta puede descolocar al espectador y pensar que se encuentra ante otra historia social que no tiene nada nuevo que contar, pero esto no es así y a los poco minutos se encara la trama general. El guion de Laverty juega sutilmente con las dobles lecturas y eso es de agradecer. Podemos encontrar un segundo significado para ese viaje y ese destino, para esos personajes que se van y los que se quedan. Sin duda, El olivo es una algo más que una historia de una niña recuperando un árbol.
Bollaín propone una puesta en escena limpia, realista y con alguna que otra imagen icónica, como esa estatua de la libertad a lomos de un camión. Se agradece que se haya mantenido un tono cordial durante toda la cinta, es decir, nuestros personajes sufren y lo pasan mal, pero Bollaín no quiere que salgamos de la sala con ese recuerdo o malestar y evoca a un cine más de “buen rollo”, como se hace llamar ahora a las cintas emotivas con un trasfondo algo duro.
Como apuntaba en la introducción la actriz catalana Anna Castillo es la gran revelación de El olivo. Ella sola es capaz de radiar el riesgo, el malestar, y la incertidumbre a la que se enfrenta su personaje. Castillo esta perfectamente escudada por Gutiérrez, quien vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores españoles (y muy polivalente), y el otro gran descubrimiento de la cinta, Ambròs, quien es capaz de decir mucho con sus gestos y expresiones. No hace falta que nos expliquen por qué su personaje es así, Pep lo trasmite perfectamente.
En resumen, El olivo es una joya que nadie debe perderse. Es concisa, directa, emotiva y con mensaje. Sin duda una cinta redonda que nos cuenta una historia universal pero con mucho trasfondo que no traspasa la frontera de lo pedante y reivindicativo. El olivo es una historia muy bonita, muy generacional, e incluso bastante familiar.
Lo mejor: Anna Castillo.
Lo peor: Que su arranque puede despistar bastante.
Puntuación: 9/10