No soy nada partidario de realizar películas que empiezan con la premisa de “basado en hechos reales”. Y diréis ¿por qué? Porque ya todos sabemos en mayor medida como va a terminar. Y si le sumamos a esa ecuación que es una película Disney pues blanco y en botella. Y eso es lo que le pasa a El chico del millón de dólares, una película que sabes como va a terminar desde que empieza pero que sabe atraparte como sólo saben hacer en la compañía de Mickey Mouse (no en mi caso): con la lágrima.
El chico del millón de dólares (que en inglés se titula Million Dollar Arm, algo así como El brazo del millón de dólares) cuenta la historia de J.B, un agente deportivo que va de mal en peor con su propia marca comercial. Para salir del atolladero se inventa un concurso de televisión donde los mejores lanzadores de cricket de la India tendrán la oportunidad de entrenar y jugar en las ligas mayores de Béisball (vamos como Operación Triunfo pero en Baseball). Y durante ese camino sabrá también que no todo en la vida es el trabajo, sino también rodearse de las personas adecuadas.
Craig Gillespi (Noche de miedo) consigue aunar de la mejor manera tanto el drama de lágrima fácil como una película ágil que en ningún momento se hace pesada (y eso que dura dos horas). El director tiene pinta que se ha fijado en películas como Una tribu en la cancha, Golpe de efecto o Moneyball ya que muchas de las situaciones, o las historias de los protagonistas, parecen estar conectadas. Aunque en todo momento cumple, Gillespi parece encontrarse más cómodo en los momentos donde el drama pasa a segundo plano. Recreándose mucho en las escenas donde los jóvenes aspirantes a estrellas lanzan la pelota de Baseball ante la atenta mirada de los radares de velocidad.
El guión escrito por Thomas McCarthy (Up) esconde todos los tópicos y manías de este tipo de cine. Protagonista que le da igual todo pero que al final se redime. Chica del montón que acaba siendo la conciencia del protagonista. Los aspirantes a estrella que no ven claro el futuro y que al final consiguen todo lo que se proponían. Pero juega de una manera noble con ellos. Es un guión de giros esperados pero que sino se dan el espectador de la cinta acabaría cabreado de verdad. Y eso por no hablar que toda película de Disney tiene que tener happy ending. Por tanto, El chico del millón de dólares, es la feel good movie de otoño. Aún así, y como he dicho al principio, no todo es tan bonito. Con esos tópicos en el guión queda claro que “basado en hecho reales” lastra la historia. Con la presentación de los personajes y su problemas sabes que van a ser ellos los elegidos. Sabes que al final alguien hará algo para que todo salga bien y cuando ya todo no puede ir peor, un milagro se aparece y todo resuelto. Es cierto que intenta mantener en algún momento algo de tensión (no sé si inventada) para darle algo más de vidilla. Pero poco más.
En cuanto a los actores John Hamm (Mad Men) es un portento. No sé que tendrá el actor que es una especie de imán. Él es la película y da gusto verle en otro papeles que no sea el de Don Draper. Su fuerza se trasmite a los dos jóvenes protagonistas: Suraj Sharma (La vida de Pi) y Maddur Mithal (Slumdog Millionaire). El primero sigue en ascensión aunque se queda atrás respecto a lo que demostró en La vida de Pi. El otro, más desconocido, cumple bastante bien con el papel. Aunque si me tengo que quedar con alguien ese es Alan Arkin (La gran revancha). El actor parece que pasaba por allí y decidió unirse a la cinta. Sus apariciones, sus siestas y sus frases son memorables.
En definitiva, El chico del millón del dólares es una película entretenida que ofrece al espectador lo que una cinta de Disney promete: Una historia más o menos competente y dramón de llorar. Una lástima que esto se vea lastrado por el maldito “basado en hechos reales”. Una película entretenida que disfrutarán tanto adultos como pequeños.
Lo mejor: Los actores y que da lo que promete, sin engañar a nadie.
Lo peor: Que está basada en hechos reales y corta las alas a la historia.
Puntuación: 6/10