De vez en cuando nos toca acercarnos a ver películas que no nos llaman mucho la atención, pero que debemos ver para poder hablar de ellas, pues de eso se trata esta profesión. Me ocurrió esto con Dos a la carta pero, como también suele ocurrir en muchos casos, me lleve una gran alegría pues, con sus limitaciones, la película de Robert Bellsolà (Passi el que passi) es un entretenimiento de aplauso y carcajada. Dos a la carta no pretende ser una obra maestra, solo que el espectador pase un rato divertido, y esto, lo consigue.
Un bróker catalán, tras una mala operación, debe huir y esconderse, junto con su mujer, en la casa de sus padres, que está situada en el campo. Al llegar allí descubrirá que tiene un hermano vasco, fruto de un relación pasada de su padre. Ambos hermanos se harán cargo de Can Pitu, que es el restaurante/residencia familiar. Y ahí es donde comienzan los líos y enredos. El guión de Robert Bellsolà y Manel Casabó es sencillo, algo trillado, pero efectivo en su cometido: hacer reír al espectador y que pase un rato agradable. Con mucha influencia de la comedia de los hermanos Farrelly (Dos tontos todavía más tontos), aunque muchísimo más limpia, los guionistas consiguen en unos ajustado 90 minutos, plagados de situaciones cómicas y chistes, un producto muy decente. Hay que reconocer que es una cinta que va de menos a más, sus primeras escenas son de sonrisa, pero su final es de carcajada.
La puesta en escena de Bellsolà es simple. No tiene una planificación compleja y esta pendiente de los actores. También es verdad que la cinta no necesita de florituras, pero quizá algo más de fragmentación no le hubiera venido mal. Lo que más denota de la personalidad del director es retratar el campo de manera maravillosa, muy idílica, y la ciudad muy triste y apagada. También nos proporciona la secuencia por la que Dos a la carta será recordada, la de la visita de los amigos pijos del bróker a la villa con intención del alquilarla. Un momento de disparata y de aplauso continuo.
El gran descubrimiento de la cinta es Andoni Agirregomezkorta (Vaya semanita). Este vasco, que tiene el papel de tonto con corazón, se mete al publico en el bolsillo desde el principio, y alcanza su momento de esplendor en la secuencia de la visita antes mencionada. Adrià Collado (Perdona si te llamo amor (2014)) ejerce de complemento perfecto de Andoni. Es el “chispum” de los gracietas de Andoni. Sus caras de circunstancia en muchos momentos son de aplauso. Mención especial para Carolina Bang (Las brujas de Zugarramurdi) que nunca a estado más apropiada en su papel de mujer interesada. Por su parte Melanie Olivares (Temporal) compone un personaje 2.0 de sus archiconocido papel en las serie Aída.
En resumen, Dos a la carta es una cinta que solo tiene un pretensión: hacer reír al respetable. Esto lo consigue. Y como extra nos regala unas estupendas instantáneas de la zona campestre de Gerona, algo que muchos seguro desconocen.
Lo mejor: Las risas que te echas, en especial en la secuencia de la visita de los amigos con dinero.
Lo peor: Es una cinta rodada en catalán y al doblarla pierde matices.
Puntuación: 6/10