Es complicado realizar una crítica de una obra tan colosal, tan personal y tan emotiva como Dolor y Gloria. Es complicado porque Pedro Almodóvar (Julieta) ha reflexionado sobre sí mismo, sobre su cine, sobre el amor y sobre su pasado en una cinta tan autobiográfica que asusta. La madurez, alcanzada por el manchego hace ya mucho tiempo, vuelve a manifestarse en esta cinta a través de comprender con todos los sentidos el eco de su cine, un cine en muchas ocasiones excesivo sin contenerse. En los últimos años, en especial con Julieta, el director ya había empezado a dejar de lado todos los excesos que habían marcado parte de su filmografía por centrarse en, por decirlo de alguna manera, ir dejando su adiós al séptimo arte con homenajes. En Julieta homenajeaba a todas las mujeres que han ido apareciendo a lo largo de su filmografía, pero en Dolor y Gloria se homenajea a sí mismo. Y con todo ello consigue su obra más personal, su obra más colosal y su obra maestra. No hay un solo fotograma en la película en la que no digamos que lo de Almodóvar es de maestro.
En Dolor y Gloria, Pedro Almodóvar quiere rendir su homenaje definitivo al cine, al séptimo arte y a esa pasión que tiene en una pantalla grande. Dolor y Gloria puede ser su Cinema Paradiso, esa historia que mezcla de manera única el pasado y el presente del protagonista. En este caso, Pedro Almodóvar recurre a sus recuerdos y parte de su vida para lanzar una película que podría ser considerada autobiográfica, aunque al final todo sea ficción, pero no deja de pasar por la cabeza del espectador la sensación de ver parte de la vida de Almodóvar. Entre todo este viaje, rinde un tributo a la mujer más importante de todas: su madre. A ella le guarda un papel fundamental en Dolor y Gloria, como principio y final de todo. Y todo queda cerrado en el plano final que cierra la cinta. Hasta llegar a ese punto hemos pasado por infinidad de estados de ánimo. Y hay un momento en particular que me parece realmente de maestro: El encuentro entre Leonardo Sbaraglia y Antonio Banderas. Ese momento es de una fuerza emocional y de una magnitud interpretativa que da miedo.
Y es aquí donde te das cuenta de que Pedro Almodóvar es único narrando el amor, el pasado y los sentimientos. En ningún momento intenta meterlos de una manera subrayada y lanzar un mensaje empalagoso, es tan sutil que cuando sales de ver la cinta solo quieres volver a verla y revisar esos momentos tan particulares que tiene. Nunca pensé que utilizaría la letra de una canción de rap hablando de una película de Pedro Almodóvar, pero el inicio de Alas Rotas de Xhelazz refleja perfectamente lo que siente el director con los amores. “Xhelazz, los amores que se van nunca vuelvan”. Para Pedro si vuelven ya sean para quedarse o irse, pero de alguna forma vuelven para ser una redención de sus protagonistas o un paso para seguir adelante. También el amor de los recuerdos del pasado como trampolín para lo que esta aconteciendo ahora en la vida de nuestro protagonista. Y es que al final el pasado es nuestra forma de avanzar o mejorar. Y Pedro eso lo tiene grabado.
Además, el director manchego ha sabido rodearse de nuevo con sus grandes actores, aquellos que han aparecido en sus grandes obras. Antonio Banderas, como alter ego del director, está en uno de los papeles de su vida. En todo momento te tiene pegado a la butaca, entre ese deje de siempre y la forma que tiene Almodóvar de dirigirle. Asier Etxeandia, postulando fuerte al Goya este año en actor de reparto, realiza la mejor interpretación de su carrera y, al igual que ocurriera con Anne Hathaway en Los Miserables, tiene un momento monólogo que simplemente hará que los pelos se ericen. Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia cumplen con creces, pero los otros grandes nombres son los de Asier Flores y César Vicente, que se comen la pantalla con sus apariciones. Al final el cameo de Rosalía es más corto de lo esperado, pero la fuerza de la escena es tal que cumple con creces.
En definitiva, Dolor y Gloria es, para un servidor, la mejor película de Pedro Almodóvar desbancando a Volver y Hable con ella (aunque Julieta también me fascina). Es el Pedro Almodóvar más personal, el más contenido y el más emocional. Consigue con simplemente una mirada o una mueca desmontarte entero y eso en los tiempos que corren es bastante complicado. Es una obra cumbre, una obra de un maestro, en definitiva, una obra maestra.
Puntuación: 10