Marco (Alejandro Awada (Nueve reinas)) es un hombre de pasado algo turbio que necesita dar un giro a su vida. Para ello decide viajar a la Patagonia, practicar la pesca del tiburón y alejarse de algunos vicios; aunque la verdadera razón puede ser otra, y es que su hija reside allí.
Días de pesca en Patagonia (parece que en Patagonia se ha añadido solo para España) es una película aparentemente sencilla, como un ligero soplo de viento. Pero esta sencillez no parece casual, y seguramente esconde un trabajo de reducción en todos los aspectos que le da al film el aspecto final de obra delicada pero ligera. El apartado visual es muy digno, con unos encuadres muy interesantes en muchas ocasiones, y un tono general que te mete de lleno en el árido terreno en el que transcurre la historia, a medio camino entre el desierto y el polo. Todo se ve bajo un punto de vista muy fotográfico; la cámara rara vez hace un movimiento extraño o exagerado, y pese a elegir muy bien el lugar desde el que mostrar lo observado, se echa de menos algún plano un poco más largo, más descriptivo, por decirlo de alguna manera, en el que la visión del objetivo se desplace por el territorio; al no ser así, algunas veces la película se asemeja a la contemplación de bellas diapositivas, en las que algún pequeño elemento parece moverse para realizar alguna suave acción. A destacar la secuencia del iniciático viaje en lancha del protagonista, que comprobará que la navegación no es tarea para cualquiera… Los paisajes por los que se mueven los personajes dejan entrever la grandeza de ese casi mítico territorio, todavía un tanto apartado de la mano del hombre, y esa presencia que se intuye y en la que los actores parecen pequeñas hormigas incapaces de hacer nada realmente trascendente, es seguramente lo más interesante que podemos ver aquí. Con todos estos aspectos visuales en cuenta, el resultado es bastante personal, pero no alcanza a ser realmente potente.
Alejandro Awada, el actor protagonista, realiza un papel bastante creíble; parece esconder un pasado turbio (con el alcohol de por medio), del que intenta reponerse, y aunque sus fuerzas parecen escasas, quizás no acabe flaqueando. El resto del reparto, sin embargo, está bastante por debajo. Algunos de los secundarios no son actores profesionales, y aunque esto le da algo de vida al film, en muchas ocasiones está muy cerca de echar por tierra alguna secuencia. No llega a suceder esto porque las historias aledañas están tratadas de forma muy ligera, de refilón, y su peso es simplemente el necesario. Aquí el director acierta, y aunque el guión no sea intrincado, sí sabe hilvanarlas correctamente. Pero esta sutileza se necesita más en la historia principal; Victoria Almeida (La última mirada), que realiza el papel de hija del protagonista, parece demasiado dura, y salvo alguna secuencia mínimamente emocionante, no está nunca a la altura de su padre. Además, deja con la necesidad en el espectador de saber más sobre el pasado de la relación; por supuesto, aquí sobraría una explicación detallada de su pasado, pero sí se debería haber insinuado un poco el origen de los problemas.
La música del colaborador habitual del director, que no es otro que su hijo, Nicolás Sorin (El camino de San Diego) también se ve reducida casi a la mínima expresión, y no porque no aparezca, sino más bien porque encontramos prácticamente un solo tema a lo largo de la casi hora y media que dura la película. La pieza es bella, quizás demasiado cercana a la música de Yann Tiersen (Amelie), y en unos planos encaja mejor que en otros. En general cumple con su misión de crear un ambiente propicio para lo que se nos cuenta, y la repetición ayuda a cerrar un todo que funciona más o menos bien.
Carlos Sorin (Historias mínimas) nos cuenta una historia suficientemente interesante, aunque tampoco apasionante, y lo hace de una forma que también queda algo coja. Se aprecia el intento por mostrar delicadeza durante todo el film, y a través de todos sus componentes, pero se queda algo flojo, no consigue emocionar realmente, ni provocar la carcajada, aunque en algunos momentos los lances que viven los personajes resulten bastante simpáticos. Parece que en el intento de no sobrepasarse en ningún aspecto, de acariciar y no golpear, el resultado se ha quedado demasiado carente de energía, y no logra aferrarse realmente a los sentimientos del espectador, aunque a veces los acaricie.
Lo mejor: La presencia de La Patagonia inunda toda la película, y es motivo casi suficiente para valorar positivamente la obra. La delicadeza que el director parece querer transmitir llega al espectador, aunque a veces exija algo más de fuerza. La fotografía, aunque se antoja un poco estática, es muy buena.
Lo peor: La película carece de fuerza, se espera algún golpe que realmente no llega. Es tan leve (a propósito) que resulta débil, y la historia necesita algunos por qués, que encajarían muy bien como pequeñas insinuaciones al pasado que no aparecen casi por ningún sitio.
Puntuación: 6/10