Las películas de Woody Allen (A Roma con amor) son como el anuncio de Freixenet, el Tour de Francia, el Sorteo de Navidad… Todos los años vuelven. Hay gente que espera estos acontecimientos, otros desean que nunca llegue ese momento, y a otros simplemente les da exactamente lo mismo. De meterme en un saco, me metería en el último. No soy un fan de este señor neoyorquino, pero tampoco le odio porque viendo Woody Allen me he dormido unas siestas de padre y muy señor mío, mientras que otras veces me ha entretenido. No obstante, he de confesar que Blue Jasmine es de las que entretienen.
Cuando mucha gente que conoce el cine considera a alguien un genio, es para pensar si de verdad lo es. Woody Allen tiene un estilo propio, dirige su cine como en su día Picasso pintaba sus trazos, y es sabido que Allen ha aportado mucho a la cultura cinematográfica, negar eso sería incoherente. Eso si, no todos entendemos ni manigficamos ese retrato del ser humano que suele hacer en sus trabajos. Con Blue Jasmine nos trae a un personaje principal bastante similar a los que hemos visto a lo largo de su filmografía. Problemas de pareja, psicológicos, miedo a la muerte… vamos, el pan de cada día en su cine. Igual que tiene cosas buenas, creo que peca de no salirse de unos cánones que el mismo se ha impuesto. Muchos hablan de que se ha renovado con esta película, mi opinión es que ha lavado el pincel para seguir pintando lo mismo. La historia es de mi agrado aunque parezca un déjà vu. Es interesante y a veces te preguntas como este hombre bajito que toca el clarinete consigue escribir tantos guiones y la mayoría con unos diálogos tan particulares. Consigue atraparte, que te hagas una idea equivocada de lo que va a pasar según transcurran los minutos, y que sus 98 minutos no te resulten soporíferos, dato a agradecer. La fotografía de Blue Jasmine es excelente, eso sí. Y en este caso es obligado hacer una mención especial acerca del tema, ya que está llevada a cabo por el español ganador de nada menos que 6 Premios Goya, Javier Aguirresarobe (Memorias de un zombie adolescente) La música también es algo que Woody Allen sabe escoger muy bien, y en este caso tiene Blue Moon de Richard Rodgers y Lorenz Hart como principal reclamo.
Pese a todo lo anterior, creo que la auténtica joya de la película es una Cate Blanchett (El Hobbit: Un viaje inesperado) que da una magistral clase de interpretación. Quizás no sea muy imparcial, ya que para mi esta actriz australiana es una de las mejores de los últimos años y la tengo en un pedestal. Lo cierto es que lo borda, el personaje de Jasmine encaja como un guante en Blanchett, y sospecho que Allen lo sabía. Ojo con Cate porque tiene papeletas para aparecer en las quinielas para los Oscar. Alec Baldwin (Rock of Ages) no es que tenga que hacer un esfuerzo inmenso para encarnar a Hal, su rol en Blue Jasmine. Aún así el mítico actor, que ya había trabajado con Woody en otras ocasiones, cumple de manera satisfactoria. Bobby Cannavale (Parker), Peter Sarsgaard (Un amigo para Frank) y Sally Hawkins (Grandes esperanzas) también parecen adaptarse a lo que sus personajes les reclaman.
En definitiva, Blue Jasmine es el Woody Allen de siempre, quizás refrescado y volviendo a sus películas de antes. Pese a ser el mismo patrón, se compone de una historia y una interpretación principal considerablemente admirables. ¿Se apunta el director a la carrera por los Oscar?. La respuesta es más que obvia.
Lo mejor: Cate Blanchett reafirma que está hecha para esto, puede con todo. Parece que Woody Allen vuelve a reconciliarse con los fans de sus películas más clásicas.
Lo peor: La estridente sensación de ver el mismo fondo que va a tener un sector del público.
Puntuación: 7/10
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