Blancanieves: Camino del Oscar

La polémica se encontraba sobre la mesa antes incluso de haber podido ver la película, y nada menos que por partida triple. Tenemos ante nosotros una adaptación libre, surgida de una mezcla de géneros (comedia, drama, cine de aventuras, de terror con cierto aire gótico), del inmortal cuento de los hermanos Grimm, situada en la Sevilla de finales de los años 20 y con evidentes resonancias taurinas. Sí, nos encontramos ante una Blancanieves torera. Primera polémica, las quejas de los antitaurinos. El director bilbaíno Pablo Berger afirma que los toros son un elemento más de la película, como lo puedan ser los safaris en Memorias de África o el boxeo en Toro salvaje y que uno puede no ser aficionado a cualquiera de estas tres disciplinas y disfrutar de todas estas películas. Los toros están presentes en el contexto histórico de la época que representa la cinta como ese elemento exótico que los ingleses y franceses admiraban en los años 20. Pero como no puede ser de otra manera, habrá opiniones para todos los gustos. Al tratarse de una película muda y en blanco y negro es inevitable la comparación con The Artist, pero lo cierto es que, además de la profundidad del argumento y de la tremenda creatividad de la cinta, muy por encima del excelente filme francés, un proyecto de estas características se empieza a preparar mucho antes de que pueda llevarse a cabo.

Maribel Verdú en Blancanieves

Maribel Verdú en Blancanieves

El anterior trabajo de Berger, su ópera prima Torremolinos 73, data del año 2003, desde entonces se ha estado gestando este proyecto, ocho largos años hasta que se empezó a rodar el primer plano y nueve hasta que por fin se ha estrenado en cines. Así que la coincidencia con The Artist solo puede considerarse fruto de la casualidad, del mismo modo que lo que le ha sucedido con el tercer foco de susceptibilidad, las otras dos versiones del cuento que se han estrenado este año procedentes de la poderosa maquinaria de Hollywood. Una con toques bollywoodianos con Julia Roberts como la perversa madrastra y otra más cercana al cine de acción y aventuras con una Charlize Theron cuya belleza eclipsaba totalmente a la protagonista, la “crepuscular” Kristen Stewart. Sinceramente, esta serie de curiosidades que han surgido de forma ajena y externa a la película van a redundar positivamente en el éxito de la cinta. De momento ya ha contado con el beneplácito de crítica, público y jurado en el pasado Festival de San Sebastián, las ovaciones al final de las proyecciones y el Gran Premio del Jurado y la Concha de Plata a la mejor actriz así lo atestiguan. Además ha sido escogida para representar al cine español en la próxima ceremonia de los Oscar y ya cuenta con el apoyo y el entusiasmo de críticos tan duros como Roger Ebert que la pudo ver en el Festival de Toronto, de donde salen las principales candidatas a los Premios de la Academia.

Blancanieves es una carta de amor al cine mudo europeo de los años 20, aunque recoge referencias y homenajes a muchas otras películas. Pablo Berger se describe afectado por el síndrome de Stendhal cuando asistió hace 25 años a una proyección de la película muda Avaricia (1923) de Erich von Stroheim con una orquesta interpretando la música en directo. Los sensaciones, las sentimientos que despertaron en él aquel filme fueron tan intensos como para sentirse enfermar o desvanecerse. De esa experiencia tan profunda nace la semilla que años más tarde ha germinado como esta magnifica expresión de arte y belleza. El repaso en cuestión de homenajes a gran parte de la cinematografía de la época es exhaustivo, pero se encuentra integrado en la trama de una manera tan orgánica que pasa desapercibido y no molesta en absoluto al espectador profano. La relación que mantienen la malvadísima madrastra y su criado recuerda muy, mucho a la que Gloria Swanson y el propio Stroheim interpretan en la obra maestra de Billy Wilder El crepúsculo de los dioses (1950). Pero si nos ponemos a estirar del hilo se ha querido recrear toda la riqueza que el lenguaje cinematográfico había alcanzado en los años 20, que desgraciadamente sufrió un retroceso con la llegada del sonoro. Y ahí están las grúas, dollies, los encuadres arriesgados, el montaje. Hablando de este último, el estupendo trabajo de Fernando Franco (Bon appétit) ha bebido de los avances que hizo el francés Abel Gance con su Napoleón (1927) junto a los vanguardistas cineastas soviéticos encabezados por Eisenstein y El acorazado Potemkin (1925), al que recuerdan esos primeros planos tomados con ópticas aberrantes de ojo de pez de los espectadores en la plaza de toros.

Fotograma de Blancanieves

Fotograma de Blancanieves

También tenemos presente el cine con claras connotaciones religiosas de Dreyer y su modernísima La pasión de Juana de Arco (1928). Y, cómo no, otra maravilla del cine, esta vez sonoro de los primeros años 30, La parada de los monstruos (1932) de Tod Browning. Cuando la luminosidad de la primera parte se convierte en oscuridad y penumbra los juegos de sombras (espectacular la fotografía de Kiko de la Rica (La chispa de la vida)) nos llevan al expresionismo alemán con Murnau y su Nosferatu (1922) como punto de referencia. Ahí también se encuentran rasgos del cine de Hitchcock con un especial acento en Rebeca (1940). Además de todo esto pequeños detalles de Sonrisas y lágrimas (1965), de Al final de la escalera (1980) y muchas más que no hemos sido capaces de detectar. Pero muy por encima de todo esto se encuentra una forma muy original de darle al cuento una vuelta de tuerca, con toques de humor y tragicomedia, y un reparto espectacular en el que destacan las cinco mujeres que llevan el peso de la narración. La revelación, la Carmencita niña, Sofía Oria, la televisiva Macarena García (Luna, el misterio de Calenda)  como la Carmen adulta, Ángela Molina (Miel de naranjas), la abuela, Inma Cuesta (Grupo 7), la madre buena y por último la madrastra mala, malísima, Maribel Verdú (Amantes). Todas ellas, acompañadas por Daniel Giménez Cacho (La mala educación), dan un recital interpretativo con la verdad que se encuentra en sus ojos. En este caso no tienen el recurso de la voz, pero es que esos rostros, esos gestos, nos hacen sentir, sufrir, amar y llorar. Esta es una película de miradas y música, la omnipresente y excelente banda sonora compuesta por Alfonso Vilallonga (Princesas) acompañada de varias canciones que recrean las coplas de la época subraya cada expresión, cada movimiento, cada ademán y nos llega a emocionar tanto como la poesía que se encuentra condensada en ese último plano y que, si escuchamos atentamente, parece susurrar: “vamos camino del Oscar”.

Ficha artística y técnica

España y Francia. Dirección: Pablo Berger. Interpretes: Maribel Verdú (Encarna, la madrastra), Daniel Giménez Cacho (Antonio, el padre), Pere Ponce (Genaro, el chófer), Ángela Molina (doña Concha), José Maria Pou (don Carlos), Inma Cuesta (Carmen de Triana), Macarena García (Carmen / Blancanieves), Sofía Oria (Carmencita), Ramón Barea (don Martín). Guion: Pablo Berger; inspirado en el cuento de los hermanos Grimm. Producción: Pablo Berger, Ibon Cormenzana y Jérôme Vidal. Música: Alfonso de Vilallonga. Fotografía en B/N: Kiko de la Rica. Montaje: Fernando Franco. Diseño de producción: Alain Bainée. Vestuario: Paco Delgado.

Un comentario

  1. Mayte /

    Me gusta por muchas cosas tu forma de escribir, tu forma de enlazar e hilvanar ideas y acontecimientos, tu forma de llevar de la mano al lector hacia tu pasión, hacia tu mirada de cine.
    Me gusta, y sigo pensando… que cada que te leo,aprendo.
    Gracias, por acercarme a este espacio, al que entré para leerte.

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