Cinco viejos amigos se reúnen veinte años después para rememorar una noche de juerga consistente en recorrer los doce pubs de su pueblo y beber una pinta de cerveza en cada uno de ellos. ¿Es esa la sinopsis de Bienvenidos al fin del mundo? En absoluto. Pero sí su punto de partido. ¿Entonces de qué va la película? Con precedentes como Zombies Party (Una noche… de muerte) y Arma fatal, las anteriores colaboraciones del director Edgar Wright (Scott Pilgrim contra el mundo) y los actores Simon Pegg (Star Trek: En la oscuridad) y Nick Forst (Radio encubierta), sólo cabe esperar una cosa: un desmadre absoluto. Y ese desmadre resulta ser tan alucinógeno, extremo e inverosímil que contagia al espectador con facilidad. En otras palabras, Bienvenidos al fin del mundo es una película hilarante por momentos.
El problema es cómo explicar en qué consiste esa hilaridad sin reventar la historia, para todos aquellos, seguramente pocos, que no hayan caído ya en las garras de carteles, sinopsis y trailers demasiado esclarecedores. Porque, en realidad, lo mejor es dejarse llevar sin saber absolutamente nada y sorprenderse al mismo ritmo que los coguionistas Wright y Pegg plantean el escenario del filme. Sí hay que decir que, al margen del normalmente agradecido delirio en que se convierte la película, adscrito al género costumbrista con un toque macarra en su primera mitad y al fantástico en la segunda, hay escasa originalidad en la parte final, que fusila en muchas momentos a cierto clásico de la ciencia ficción varias veces reimaginado, no sólo en el planteamiento sino incluso en la imagen.
Obviando ese detalle referencial tan evidente, lo más pobre de la película está en que el conjunto se pierde en ese delirio y se le olvida dar una verdadera motivación a todo lo que sucede. Si lo que se busca es una comedia desenfrenada, ese detalle negativo pierde importancia, pero lo cierto es que al final la reunión de esos viejos amigos queda inmotivada, como también muchas de las emociones con las que se busca introducir algo más en el caos humorístico que se ofrece. Hay detalles que apuntan en esa dirección, momentos muy divertidos, carcajadas aseguradas y una rapidez en los diálogos probablemente improvisada, sobre todo por Simon Pegg. Pero el guión, por muy plagado que esté de momentos divertidos, es cualquier cosa menos sólido. Parece evidente que ese detalle no es lo que más preocupa a Wright, Pegg y Frost.
No hay duda en que los responsables del filme prefieren el golpe de efecto, el diálogo chispeante, el humor directo y las peleas a lo Jackie Chan (y no es una forma de hablar, el coordinador de las coreografías, Brad Allan, ha trabajado con él). A veces da la sensación de que la película quiere ser una reflexión sobre la madurez pero, no nos engañemos, sólo es una estrategia facilona para introducir nuevos chistes en el desmadre absoluto que plantean y que, eso sí, lo borda el sexteto protagonista (junto a Pegg y Frost, Paddy Considine (El ultimátum de Bourne), Martin Freeman (El Hobbit: Un viaje inesperado), Eddie Marsan (Blancanieves y la leyenda del cazador) y Rosamund Pike (Jack Reacher)), sin duda lo mejor de Bienvenidos al fin del mundo junto con el simpático cameo de un conocido actor. Ellos hacen que este caótico desmadre funcione sin complejos y que, sin muchas pretensiones, acabe siendo una película muy divertida.
Puntuación: 6 / 10