Seguramente quien me conozca sabrá que La ciudad de las estrellas: La la land es una de mis películas favoritas. Es de esas películas que marcan una vida y a mí me la marcó. Por eso cada nueva película que Damien Chazelle estrenaba se convertía en algo que quería presenciar. First Man me dejó un poco frío, por eso cuando escuché que su próxima película sería como su segunda carta de amor al cine, pues considero La ciudad de las estrellas: La la land como una carta de amor al séptimo arte, la emoción pudo conmigo y las ganas que tenía de ella eran increíbles. Babylon es, quizás, la película más ambiciosa de Damien Chazelle. Babylon es anarquía, es salvajismo, es lujuria y es un Damien Chazelle desatado desgranando como Hollywood puede truncar los sueños de aquellos soñadores que quieren triunfar en la meca del cine. Pero, Babylon, tiene un problema. Tiene un problema que se llama 190 minutos de duración y eso hace que la cinta de Chazelle sea irregular, que por momentos asombre y por otros aburra. Es una pena, pues Babylon tenía todo para poder ser una cinta de culto.
El arranque de Babylon es completamente demencial. Una fiesta. No sé realmente lo que dura este tramo dentro de la película, pero deja entrever que es lo que nos vamos a encontrar dentro de la misma y también sirve para ser lo mejor de una película que, pasado todo este tramo, lucha por mantenerse a flote cueste lo que cueste, aunque no lo consiga. La fiesta sirve para demostrar que Chazelle es un prodigio con la cámara, que la mueve como quiere y consigue crear grandes set pieces que hacen que todo luzca. Este inicio es libre, es enérgico y lleno de vitalidad, un inicio que consigue mantener tu atención como una droga. Todo está lleno de excesos, lleno de anarquía y de diversión. Es aquí donde Babylon sabe ser disfrutona, sabe ser juguetona. Y es en esta primera hora y cuarenta y cinco minutos donde se puede ver la gran película que podría haber sido si hubiera mantenido el nivel. Pero no. Después, Chazelle baja el ritmo hasta lo más bajo posible para contar la historia de ascenso y caída de las grandes estrellas de Hollywood, de cómo siendo la persona más popular al final te encuentras solo, aunque estés rodeado de gente. Y todo esto es interesante, pero ya hemos perdido por completo el interés, pues no se sabe centrar en algo concreto y lanza ideas sueltas.
Y es que la hora y cuarenta y cinco minutos restantes hacen que Babylon pierda todo. El exceso de metraje hace que el interés se pierda, que Chazelle repita una y otra vez algunos mensajes y que se repitan situaciones que ya habíamos visto antes. Este es el principal problema de las largas duraciones, que terminan por matar la obra cuando podrías haber hecho una cinta de dos horas/dos horas y cuarto y conseguir que tu cinta sea de culto por como has retratado lo oscuro y lo sucio de un Hollywood que parecía bonito, pero donde la realidad era otra. Babylon se pierde en su propia ambición, en sus altibajos y querer mantener un nivel imposible durante tres horas de metraje. Al menos los actores están metidos para la causa, como es el ejemplo de Margot Robbie que consigue colarse como ese nervio que pedía la cinta y que no baja el nivel en ningún momento. Ella es Babylon. Brad Pitt está bien también como ese actor de renombre que está en las ultimas oportunidades de su carrera y le preocupa más las fiestas que el cine, y donde también se le retrata como todos aquellos que perdieron su carrera con la llegada del sonido. El resto del reparto están bastante bien, pero lejos del nivel de Robbie y Pitt. Esto y la música Justin Hurwitz, que es una auténtica locura.
Babylon podría haber sido una de las grandes cintas de 2023, pero se queda lejos debido a su ambición desmedida, a sus ganas de querer contar más de lo necesario y no mantener un nivel realmente espectacular en su inicio. Al final Chazelle no lanza una carta de amor al cine como tal, sino como una industria así puede terminar por romper por completo a las personas y hacer que todo termine siendo un error. Si hubiera durado menos y hubiera puesto sus ideas en orden, quizás si hubiera sido capaz de alcanzar la categoría de clásico de culto.