The Broken Circle Breakdown es el título original de este drama belga que se ha alzado con múltiples premios y candidaturas y que optará al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. A aunque el comienzo de la cinta y el planteamiento del romance bajo la estética country es novedoso, original y atrayente lo cierto es que a medida que nos adentramos en la historia se torna demasiado dura, drástica y directa, teñida con tintes de melodrama forzoso y demasiado premeditado. Las sutilezas quedan atrás para mostrarnos una historia desgarradora que nos encoje el corazón y lo neutraliza. Dirigida por Felix van Groeningen (Steve + Sky) y protagonizada por una pareja cargada de química, Veerle Baetens (Code 37) y Johan Heldenbergh (Hasta la vista) están fascinantes y llenos de carisma; su labor es magnífica, pasando espléndidamente de un primer registro inocente y romántico a la decepción y el dolor posteriores, las propias fases de su vida por las que transcurren al enfrentarse con la realidad. Ella es sensual, pasional y talentosa, la verdadera esencia y alma de de la película.
Es una historia de amor tan pasional y real como trágica y dolorosa. Ella es una tatuadora atractiva, espontánea e ilusionada y él es un cantante de country soñador, inquieto y entregado. Entre ellos se creará una maravillosa historia de amor, entrega y pasión. Juntos desarrollaran una complicidad y preciosa relación que traspasará toda frontera establecida, juntos pueden superarlo todo, sin barreras ni complejos. La banda de música que les une es sólo otro símbolo de demostración y complicidad de su cariño ilimitado. Pero el nacimiento de la pequeña Maybelle alterará todo, la alegría y felicidad de su llegada está encubierta de un sabor cruel y doloroso, al diagnosticársele cáncer a los seis años. Todo ello se desarrolla en el contexto del gobierno estadounidense de Bush, la proclamación de la libertad absoluta encubierta bajo la injusticia más aterradora. Para él Estados Unidos es una fábrica de sueños, ilusiones y esperanzas a la que aferrarse, que sin embargo se van quebrando poco a poco, igual que la unidad y estabilidad familiar.
Como sucedía en la conocida y aclamada Blue Valentine, que protagonizaban los reconocidos actores Ryan Gosling (Sólo Dios perdona) y Michelle Williams (Mi semana con Marilyn), la película transcurre con diferentes saltos temporales donde se nos va narrando la relación desde su inicio, con la ilusión y pasión incondicional, hasta el desgaste y el desconsuelo que la terminan rompiendo. Los diversos obstáculos que se anteponen a esa felicidad sin límites y la misma vida que les va consumiendo hacen que, incluso el amor más puro, se acabe corrompiendo y marchitando. Los espectadores observamos el contraste entre lo que un día fue y lo que hoy queda, como el dolor separa a las parejas en vez de unirlas y como donde un día hubo amor ahora sólo quedan las cenizas. Estos saltos temporales se tratan con acierto, consiguiendo que nos adentremos de lleno en su relación, su dolor y desconsuelo. Acunado con una fotografía muy cuidada, que trasmite esa nostalgia y melancolía de una pareja traspasada por el dolor, que se trata de refugiar donde no hay lugar para el refugio.
La cinta se ambienta con una música alegre y electrizante como es el country, un country anclado en las raíces norteamericanas, el llamado bluegrass. La película se rodea de esa estética tan absorbente y maravillosa para mostrarnos una tragedia sin igual, la angustia en su estado más puro, la incapacidad de enfrentarnos a la muerte cuando ésta ha marcado ya su hora final. Una película desconsoladora que nos enfrenta cara a cara con nuestros miedos y temores más arraigados, con la pérdida y la profunda aflicción que ella genera; los espectadores saldremos abrumados e impactados pero, al mismo tiempo, profundamente conmovidos. Un tema tan cruel y directo sin posibilidad de solución ni arreglo es totalmente desesperanzador, un círculo que se cierra para no volver a abrirse, la ruptura de una felicidad que nunca más podrán volver a tocar o alcanzar.
Puntuación: 7/10