Hoy el 21º Festival de Cine de Málaga ha tenido un día grande. No sólo porque el sol se haya dignado a aparecer después de una primera jornada llena de nubes, lluvias y frío. Sino porque ha recibido la llegada de Guillermo del Toro (La forma del agua) el actual, y flamante, ganador al Oscar de Mejor Dirección y Película. El director mexicano ha venido a Málaga a recibir el premio Málaga – Sur que le reconoce toda su carrera y, aprovechando la visita, ha ofrecido una masterclass en el Palacio de Ferias y Congresos de la ciudad.
El director ha llegado arropado por un estruendoso aplauso al que él ha correspondido con reverencias y aplausos a los asistentes, entre los que se encontraba tanto público como prensa e invitados. La masterclass estaba dirigida por Antonio Trashorras, que ha realizado un libro donde recopila los mejores momentos de Guillermo del Toro. La presentación del libro estaba programada para este día, pero al final se le ha unido la masterclass del director mexicano.
“El verdadero cine se produce cuando alguien se gira, se ven sus ojos y dentro una luz… eso no se puede expresar con palabras. Hay gente que discute a Kubrick como un cineasta lejano, para mí es profundamente humano, lo que funciona de él es que se expresa en palabras. Él que puede comunicarse a través del cine. Por eso el género interesa porque hay millones de imágenes permanentes en nuestra memoria que provienen de películas”, ha empezado diciendo el director al hablar sobre cómo definiría a un buen cineasta.
El director ha seguido con la charla diciendo un pequeño secreto sobre como él encuadra, en muchas ocasiones, una composición: “Yo recorto unas figuritas en negro y las pongo en la pantalla porque quiero ver la composición de la imagen con las cabezas de la gente viendo la película”. Después ha seguido hablando sobre esas imágenes permanentes que nos remite el cine y como, con los años, vamos cambiando nuestra percepción de lo que hemos visto años atrás:
“Yo había visto Vértigo 3 o 4 veces. De repente cuando vuelven a recuperarse los derechos de Vértigo, vuelve a la gran pantalla y me di cuenta de que el momento en el que sale la niebla verde no había visto la película nunca. Esa música, esa imagen, esa composición… todo hizo cambiar mi percepción de la película”, confesó el cineasta. Y así, el director ha contado directrices maestras de su forma de escribir un guion, y eso ha sido uno de los momentos de la masterclass: “Cuando escribo un guion, yo escribo ocho páginas de biografía de cada personaje, escribo el signo del zodiaco, un secreto que no sabe, sus gustos, la música que escucha, su vida desde el principio hasta el final y se lo doy a los actores y al equipo para que puedan trabajar a partir de ahí”.
“También es con el vestuario. Que un personaje lleve o no una vestimenta te dice mucho sobre ese personaje. Por ejemplo, en La forma del agua, Michael Shannon se tuvo que probar más de 50 trajes diferentes y, como era de esperar, se encabronó. Pero yo quería que le quedará lo más ceñido y hasta que no lo conseguí, no paré”.
Y después de hablar sobre su forma de escribir el guion a comenzado a contar sobre su forma de componer la imagen: “Lo primero es decidir qué vas a hacer con la imagen antes de construir el set, en la disciplina que utiliza decorados no puedes decidir qué quieres meter una grúa por cualquiera lado. Tengo que decidir por donde quiero pasar la grúa cuando escribo el guion. Muchos decorados de La forma del agua están condicionados por eso, después hago el storyboard y ahí me preparo para cualquier cambio o una oportunidad nueva. Hay un mito extendido de que el director controla todo, pero para mí el verdadero director es el que puede controlar cualquier cosa que suceda, el que está preparado para que suceda algo mejor de lo que había pensado”, ha continuado diciendo el director.
“Spielberg es un virtuoso del plano de tres minutos. Aconsejo que cojan las películas que les gusta y las desarmen para ver cuál es el plano máster y cuál no. No hay que hace la cobertura académica, busquen jugar. Yo cuando vi la primera vez Mad Max, yo creo que hay un verbo en el cine de George Miller, cuando Max ve que el coche se está quemando y se quita las gafas, la cámara sube, esa es la cámara subrayando la personalidad de Max”.
Tras rendir ese tributo a Spielberg y George Miller, el director mexicano ha continuando contando como construye sus personajes monstruosos, hablando de monstruos y de su creación mano: “A mí me gusta que las películas se sientan hechas a mano. Que se sienta la tela, el barniz, que se sienta la teatralidad y la construcción. Cuando me dedicaba al maquillaje lo hice para poder hacer mis cortometrajes y los largometrajes. Decidir aprender maquillaje porque nadie hacía efectos especiales en un mérito. En total fueron 10 años de aprendizaje”.
“La creación de monstruos no es lineal. En El espinazo del diablo, cuando estamos diseñando el fantasma del cadáver del niño muerto, yo dije que quería algo roto porque era la inocencia muerta, me dijeron que no tenía ningún sentido y yo dije que sí, eso se entiende”, dijo el director, a lo que continuó hablando de otros monstruos de su filmografía. “El hombre pálido, en El laberinto del Fauno, al principio era la cara de un anciano y un día dije que no daba miedo y le enseñé un dibujo que había hecho de una cara que daba más miedo. El de arte se cabreó porque ya había hecho todo y lo cambiamos al final”.
Y ya se metió del todo en hablar de La forma del agua: “Tardamos tres años en crear la criatura de La forma del agua. Esculpimos la forma, después basculación porque es un nadador y tiene venas, después hicimos todas las verruguitas de todo el cuerpo a mano, después los poros y después cicatrices. Nada de eso lo ves porque todo es sometido al trabajo de pintura que es otro lenguaje. Todo tiene un trabajo de código instintivo y comunicativo”, y ha confesado el momento más delicado de La forma del agua: “En el momento en el que parpadea es una criatura real y en el timing del parpadeo te comunica una inocencia que te hace quererlo, sigue siendo un animal peligroso, pero es bello. Y ese fue un momento que trate con mucha delicadeza”.
Así, pasadas ya hora y veinte de intervención, la masterclass pasó a algo muy importante, el presupuesto. Guillermo del Toro siempre parece que tiene entre manos una superproducción, pero eso es porque exprime cada céntimo hasta el final: “El laberinto costó 13 millones y La forma 19.3 millones. Mucho del presupuesto es un estado mental. Cuando éramos jóvenes pensábamos que con tener equis en el banco ya no tenías que trabajar, a los 30 tienes esa cantidad varías veces y la felicidad no llega”, dijo Del Toro, a lo que continuó: “Al principio, cuando presentó un presupuesto, muchas veces me dicen que no se puede hacer, que es mucho dinero, pero entonces buscó un productor hasta que me dice que si se puede hacer con ese presupuesto”.
“Eso pasó con Alejandro G. Iñárritu (El renacido), cuando fundamos Cha cha cha, la productora de los tres (Del Toro, Iñárritu y Cuarón”, él realizó Beautiful, y dijo que su siguiente película sería mucho menor en cuanto a costes, y esa siguiente fue Birdman”, y sentenció esta parte diciendo que “el error de La cumbre escarlata es que costase 55, tenía que haber costado 20 para poder recuperar el dinero. El marketing empaqueta una película, no es un asunto libertad, sino de decir la verdad en el marketing”.
Y para finalizar la intervención, Guillermo del Toro se levantó, miró a la grada que estaba de pie aplaudiéndole y gritó un “Que viva Málaga, Cabrones”.